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Complejidad Social (Derecho, Economía y Política) Jacqueline Miranda De los Santos

La dinámica del miedo en la sociedad

Por Jacqueline Miranda de los Santos

No se necesita un motivo para tener miedo […] Yo me

asusté, pero está bien tener miedo sabiendo por qué

Émile Ajar

Cuando un ser humano se enfrenta a sus más grandes temores, parece que escapa la racionalidad de sus manos activando partes del cerebro que le permiten estar relativamente a salvo. Uno de los miedos más grandes proviene de las condiciones dadas por la naturaleza ya que algunas son completamente impredecibles y los efectos que generan pueden ponernos en una situación de vulnerabilidad, algunos ejemplos son: Un terremoto o la presencia de un nuevo virus.

La vida líquida de acuerdo con Bauman, pasa y se desliza lentamente de un estado a otro y de un episodio a otro teniendo la sensación de que entre un día y otro, o un episodio y otro hay cierta claridad, causando la impresión de tener estabilidad; lo cierto es, que el futuro no es más que una ficción que nos dota de esperanza para neutralizar ciertos miedos, pero que nunca nada en el futuro será tan aparentemente real como lo que vivimos en el momento que sentimos o creemos que sucede.

En este punto es pertinente hablar sobre el Síndrome Titanic, el cual consiste en el horror de sentir que uno cae por las rendijas de la corteza, o que la humanidad se precipita desprovista de las condiciones que le dan estabilidad a la nada misma. El problema dentro de la temática del Titanic fue el caos que se ocasionó al saber que no había los suficientes elementos para que todos se pudieran salvar, había ausencia de un plan de evacuación así como salvavidas insuficientes, ese elemento, ese algo que detona ciertas conductas humanas que nos llevan a sentir miedo, siempre subyace de lo oculto o de lo que sencillamente el humano se niega ver.  El temor que aquí emana proviene del miedo al colapso o a una catástrofe que nos golpeé sin importar nuestra condición actual, pero sobre todo que esta situación nos tome desprevenidos y sin defensas.

El temor de ser la víctima o el blanco seleccionado, el temor a quedarse atrás, el miedo incluso a la exclusión no son parte únicamente del imaginario sino de una realidad que hoy vivimos no sólo a través de noticieros sino que posiblemente se vuelva una experiencia. Aldous Huxley en su libro Un mundo feliz, se imaginó que en algún momento los niños eran vacunados contra el miedo pero no cualquier miedo sino el miedo a la muerte; la muerte lleva dentro de sí una serie de calificativos como irreparable, irremediable o irrevocable, e incluso hemos oído a muchos decir, todo tiene solución menos la muerte.

Es por ello, tal vez, que en estos días hemos visto una serie de comportamientos que se califican como irracionales, ante la posibilidad de morir por COVID-19, personas han tomado lysol o cloro; se hacen compras generando desabasto; se rocía cloro o se les pide a los trabajadores del sistema de salud que se vayan a vivir a otra parte, les gritan que se alejen porque llevan en su ropa el virus.

El coronavirus, no sólo se presentó dejando abiertas puertas que nos permiten ver las debilidades de nuestros gobiernos sino también, nos permiten ver que ante la sensación de ser vulnerables nos rige el miedo dotando a la idea de la muerte elevada autoridad, olvidando que medidas esenciales, nos pueden regresar a estar fuera de esa vulnerabilidad.

Dice Bauman:

La humanidad dispone hoy en día de todas las armas necesarias para cometer un suicidio colectivo: es decir, para aniquilarse a sí misma llevándose consigo el resto de la vida sobre el planeta.

Bauman Z., (2010) Miedo Líquido,la sociedad contemporánea y sus temores, México, Ed. Paidos.

Si el miedo rige a todos los humanos del planeta no tardaremos en extinguirnos, si nos da temor un virus, la posibilidad de salvarnos depende de las instrucciones que dan los expertos no del dañar a los trabajadores del sistema de salud, para que ellos no nos contagien; si nos da miedo la escasez el desabasto no nos salva en unas semanas no necesitar para comer. La prevención es una herramienta eficaz que nos puede ayudar a evitar ciertas situaciones que nos ponen en peligro, pero ninguna política, ninguna medida puede evitar una catástrofe si seguimos comportándonos de manera egoísta para salvarnos a nosotros mismos. 

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Complejidad Social (Derecho, Economía y Política) Filosofía y Educación

¿Enamorándonos? La fragilidad y comercialización del amor en la modernidad

 Por: Vivian Robles Castañeda[1]

No hay cosa que más ocupe nuestra mente que el amor. Explicaciones y teorías van y vienen desde diferentes ramas de las ciencias exactas (Química, Biología) y de las ciencias sociales (Psicología, Sociología, Economía).

Y en la vida cotidiana lo vemos; canciones, poemas, películas y artículos (como el presente) son algunos de los productos culturales que tratan este tema tan controversial y elemental en el entendimiento del ser humano.

Teniendo en cuenta la importancia del asunto, resulta más que pertinente cuestionarnos ¿qué es el amor en la actualidad?, o al menos ¿qué se entiende por amor hoy en día? En estos tiempos en donde la inmediatez, la falta de compromiso y el consumo compulsivo son algunas de las características más notorias y contundentes de lo que Bauman llama modernidad líquida.

Antes que otra cosa cabría recordar a Fromm, en El Arte Amar (2015), cuando plantea el término de separatidad, es decir, el estado de soledad e incapacidad producido por la incertidumbre que causa la conciencia del estar vivo y que la muerte llegará sin que intervenga nuestra voluntad. Esta es la fuente de toda angustia y por lo tanto, la necesidad más apremiante de cubrir.

La pregunta es ¿cómo la combatimos? Entre las formas (algunas correctas y otras ilusorias) que describe Fromm, con un alcance interpersonal, se encuentra el amor. En este sentido, el mismo Bauman, en su trabajo Amor Líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (2005), sostiene que los humanos estamos en una constante desesperación por relacionarnos. Sin embargo, debido al contexto en el que vivimos, al mismo tiempo tenemos miedo a hacerlo.

¿Por qué vivimos con esta contradicción? Porque, el amor entendido como una práctica, conlleva un esfuerzo: la puesta en escena del cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento (Fromm, 2015). Un esfuerzo que es entendido como un sacrificio, uno que es innecesario en la actualidad.

¿Por qué intentar reparar un celular si podemos comprar otro? ¿Por qué coser un pantalón con la inmensa oferta que hay en el mercado? ¿Por qué arreglar una relación si hay tantos peces en el mar?

Y más allá de de las típicas frases de amistades como: No te preocupes, alguien te valorará o Tranquila, hay muchos más, ya llegará alguien para ti, las cuales se entienden como métodos para dar un alivio inmediato al ser querido, se debe reflexionar en lo que está detrás de toda esta concepción, ¿cómo y para qué se fomenta?

En el contexto de la ya mencionada modernidad líquida, aparecen programas y aplicaciones que, teniendo conciencia o no (pareciera que lo saben bastante bien) de nuestra urgencia de pertenencia, explotan esta visión. Y lo hacen no porque quieran darnos un producto final que realmente nos satisfaga para siempre. Muy al contrario, perpetúan el desecho de relaciones humanas: ¿No te gusta o no te satisfizo este producto (humano)? Hay muchos más que puedes escoger.

Y así pasan los productos, uno tras otro en el programa de televisión Enamorándonos (Azteca Uno; México), así se comercializa el amor. Y ahí están los consumidores, viendo cual de todos cumple con las características del producto perfecto (el amor verdadero), aquel que es el mejor disponible del mercado. Sobra decir que es perfecto hasta que se encuentra a alguien más calificado o hasta que cambian los valores deseables en la perfección.

Los espectadores son sus aprendices. Precisamente porque los productores saben de la rentabilidad de la búsqueda del amor, convierten al televidente en discípulos de este arte del amor desechable.

En el mundo digital encontramos otros ejemplos; Tinder, Grindr, Happn, son algunas de las aplicaciones que figuran hoy en día y operan bajo el mismo concepto y el mismo objetivo: encontrar al mejor del mercado. En este caso se podría alegar que no necesariamente se busca amor, sino la satisfacción de necesidades afectivas y/o sexuales. Sin embargo habría que hacer una reflexión:

En ambos casos, televisión y aplicaciones, se porta la bandera de la libertad de decidir. Aquella que en otros tiempos era negada y se buscaba más bien proteger y/u obtener recursos económicos mediante la fusión de dos clanes (familias); este es un fenómeno aún persistente en ciertas partes del mundo.

Aunque en días pasados significaba una oposición real al deber ser, en esta sociedad la lucha por la liberación sexual y del amor ya no representa (al menos de manera general) algo que sea combatido por el sistema. Por el contrario, es algo que ha arropado, es algo que utiliza. Porque eso significa usar un producto, dejarlo de usar y usar uno más para compensar su desuso. Significa consumir, significa dinero, significa poder.

¿Vivimos Enamorándonos?, ¿siquiera llegamos a construir el deseo que conlleva el enamorarse, o más bien y retomando a Bauman (2005) vivimos saciando nuestras ganas y nos relacionamos uno con otro para consumirnos y después pasar a otro más?

En realidad no conviene un amor duradero, como no conviene un foco que dure 20 años. Pero precisamente es la búsqueda de ese tipo de amor (del amor perfecto), del amor definitivo, el gran motor del amor desechable. Esta fragilidad del amor conlleva a la mercantilización del mismo. Lo que podemos decir es que, ciertamente, el sistema vive enamorado del amor.

Bibliografía

• Fromm, Erich (2015), El Arte de Amar; Ediciones Culturales Paidós, Ciudad de México

• Bauman, Zygmunt (2005), Amor Líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos; Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires.


[1] Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM