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Feminismos y equidad de género

Sobre escribir en el mismo idioma

Por Karen Delgado

Hace aproximadamente un año y medio recibí por correo una copia de Sitio a Eros de Rosario Ferré, con la expectativa de que encontraría respuestas a mis comunes interrogantes como ¿Las mujeres siempre escribimos sobre nuestras corporalidades? ¿Sólo filosofamos sobre lo que es o no ser una mujer? E incluso más inquietante ¿En qué momento pensamos que la escritura de las mujeres es poco relevante? Estas líneas me abrieron el panorama:

«Nuestra literatura se encuentra a menudo determinada por una relación inmediata a nuestros cuerpos: somos nosotras las que gestamos a los hijos y las que los damos a luz, las que los alimentamos y nos ocupamos de su supervivencia. […] Nos coarta la movilidad y nos crea problemas cuando intentamos reconciliar nuestras necesidades emocionales con nuestras necesidades profesionales. […] Es por esto que la literatura de las mujeres se ha ocupado en el pasado, mucho más que la de los hombres, de experiencias interiores, que tienen que ver con lo histórico, con lo social y con lo político.»

¿Cómo es posible que una colección de ensayos de hace más de cuarenta años describa algo tan similar con respecto a nuestras vidas en la actualidad? Me refiero a que, al ojo común, nuestra literatura es poco arriesgada, no aborda las situaciones peligrosas ni se involucra en otros terrenos. Maternamos, somos hijas y también somos hermanas, pero esas etiquetas no nos coartan a tener distintas visiones que no están peleadas con la imaginación ni la creatividad.

De manera personal conozco tantas escritoras que temen no ser lo suficientemente buenas como para ser publicadas por no tener los grados de estudio requeridos, ni acceder a ciertos privilegios que —sienten— son determinantes. En realidad, no es importante, una pluma y una hoja de papel bastan. Hablamos de nuestros cuerpos porque vivimos en ellos, pero nadie más puede hablar de ellos mejor que nosotras. Se siente bien, se siente propio y liberador. Ocuparemos infinitas páginas para describirnos y seguir explotando la idea de destruir la propia realidad, esta que va ligada a la política y lo que podría doblemente ignorarse tomando como base la premisa de «lo personal es político» de Carol Hanisch.

Las mujeres siempre hemos hecho política desde los roles asignados y cuando los cuestionamos lo hacemos al doble, que las filas del «otro tipo de política más común» no hayan sido paritarias ni beneficiosas a lo largo de la Historia, son otras palabras. El lenguaje es político, por eso hablar de nosotras como escritoras es el primer paso para la emancipación.

Algo en mí en algún momento pensó en intentar con otro arte. A mí siempre me había gustado escribir, pero no encontraba la forma ni el momento, mucho menos saber de qué hablar. Hice poemas que redundaron en lugares comunes y muchos textos que no tenían fin. Luego, llegó la oportunidad de escribir y fue cuando decidí hacerlo: un ensayo íntegro que hablaba sobre los objetos que me rodeaban en el momento que lo estaba haciendo. Interesante ¿no?, una breve explicación de una taza, del techo y de mis propios libros, tal vez eso no habría sido lo determinante para aquella vez que logré estar cerca de jóvenes que ya eran escritores con trayectorias multidisciplinarias y tenían edades similares a la mía. Curiosamente, la persona que me envió el ensayo de Rosario me recalcó que había sido de su agrado mi forma de escribir y que me era necesario leerlo porque ya tenía las bases y el ímpetu. si no hubiera sido porque comencé a relacionarme con escritoras y mujeres que se dedican a las artes, no me habría decidido a intentarlo, soy el resultado (y muchas más lo son) de la lucha de nuestras antecesoras. Está por demás decirlo, pero sueño que algún día podamos ser leídas y reconocidas sin tener el temor que nuestros nombres signifiquen menor número de ventas y debamos abreviarlos. Escribir y persistir en el medio es un acto de resistencia. Ahora, cuento con una extensa lista de escritoras y filósofas de todo el mundo que siguen pareciéndome eternas por descubrir, pero hablamos y nos reconocemos en el mismo idioma y lo agradezco profundamente, es algo que jamás me va a cansar. Escritoras y no escritoras vivas del siglo XXI: léanse, escríbanse. Una querida amiga siempre hace esta cita de Virginia Woolf dicha en Una habitación propia: Escribid, mujeres, escribid, que durante siglos se nos fue negado.

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Jairo Castillo Vázquez Promoción y Difusión Cultural

La Construcción del héroe en un cuento del libro Ciudad real de Rosario Castellanos

Por Jairo Castillo Vázquez

Rosario Castellanos, nos plantea su ideología sin ningún tipo de tapujo: una narrativa indigenista, feminista como consecuencia de las experiencias que ella vivió durante los años de estadía en el estado de Chiapas. En el caso de esta narrativa, el corte indigenista es bien delimitado con sus primeras obras: Balun Canan, Cuentos de Ciudad Real y Oficio de Tinieblas. En ellas el corte indigenista es indudable y los protagonistas sin en su mayoría el indígena y la mujer. Ciudad Real (1960) es el objeto de estudio del presente escrito. Sara Spada emite la distinción en cuanto a estructura se refiere: “El libro está dividido en tres secciones: en una comparecen exclusivamente indígenas, en otra blancos y, en la última, se ofrecen muestras de la convivencia de los dos grupos” (Spada 142)

Los personajes son el móvil de Castellanos para describir el espacio en el que están insertos, principalmente los personajes femeninos cobran una importancia vital para la autora, debido a esta necesidad de señalar las condiciones bajo las que la sociedad de su tiempo mantenía a la mujer, en ellas el corte indigenista es indudable y suelen ser los protagonistas.

Es aquí donde la autora chiapaneca hace un pequeño paréntesis, una excepción que se traduce en un cuento que, a pesar de mantenerse en la órbita indigenista, usando un protagonista bastante peculiar ya que el protagonismo masculino nunca tuvo un rol preponderante en la narrativa de la autora, relegándolo a un papel de subordinación tanto en el hilo narrativo, así como en una postura de antagonista o de personaje secundario.

Hay una excepción que atina a escapar de este cruel destino: Arthur Smith[1]. Él, cuya persona le da título al cuento que es la excepción, es una extraordinaria conjunción de características que lo hacen destacar del resto de los hombres y es por eso que será nuestro objeto de estudio en el presente ensayo.

El cuento está ambientado en los Altos de Chiapas, un espacio de difícil acceso, poco habitado y en el cual es imposible de comunicarse con los nativos debido a la diferencia de lenguas e inclusive de religiones en las que colinda la tradición católica, el protestantismo e incluso el Islam. Esta mezcla tan interesante de religiones se debe a las variadas inmigraciones que llegaron a esa parte del territorio mexicano[2].

El sistema que opera en el espacio tiempo del cuento de Castellanos es el de las conversiones al protestantismo que provocan una crisis en el sistema socio religioso de la región entre los caciques que mantienen el dominio por medio del sincretismo de las fiestas indígenas a través del sistema de santos y las mayordomías[3].

Arthur Smith salva su alma comienza con un epígrafe, tomado del poema Retrato de Antonio Machado, nos vaticina lo que este personaje pretende ser y lo que será: un buen hombre en búsqueda de su propósito en la vida.

La historia nos habla de Arthur, un “gringo” que al no serle útil a la sociedad en la que vive, decide afianzarse a la fe protestante y emprender un viaje a los Altos de Chiapas, a lo desconocido, como misionero a auxiliar a las comunidades establecidas en campamentos con la función de expandir la fe protestante en la selva chiapaneca.

El personaje sale de su ambiente, los Estados Unidos, por considerar que su persona no fue hecha para dicha sociedad, a la que considera hostil y en la que no tiene oportunidad alguna de sobresalir o de tener un propósito fijo. Se ve de forma clara cuando al preguntarse y preguntarle a su Dios acerca de su valía para servirle, muestra su cobardía y pasividad, reafirmada cuando se habla acerca de sus ansias por conseguir dinero.

 Arthur es un personaje pasivo, porque su vida ha sido un cúmulo de frustraciones y amarguras, desde sus reminiscencias podemos ver que siempre ha sido un hombre tímido, apegado a su madre y que a pesar de vivir en un país en donde las oportunidades se encuentran a cada espacio es incapaz de coexistir con su entorno, aspecto que se hiperboliza con lo sensorial a través del olor a pútrido causado por la muerte de su madre y con su vida de fanático religioso.

Lo sensorial se ve reafirmado, al verse interrumpida la sucesión de hechos para dar paso a una breve explicación del “american way of life” en donde el placer, los colores y los ruidos fungen como un aturdidor para Arthur y la sociedad moderna:

Tres temas han sido los objetivos centrales de las investigaciones que se han realizado en torno a la obra de la autora: el feminismo, el problema de la muerte y la preocupación indigenista. Respecto de la escritura de mujeres se ha observado en Castellanos una segunda ruptura. La ruptura con la forma de expresión adoptada por las escritoras modernistas y vanguardistas: «el interiorismo». Línea que se mantenía vigente en la posvanguardia de los años 40 y 50. Eliana Rivero lo define como

(citado en Rivero, Eliana, «Paradigma de la poética femenina hispánica y su evolución: Rosario Castellanos». De la crónica a la narrativa mexicana. Merlín H.Foster y Julio Ortega, eds. México: Oasis, 1986.)  «introspección dirigida a trascender la vulgaridad de las cosas terrenas, énfasis en la espiritualidad y devoción por los estados solitarios de la conciencia, lirismo de motivos y símbolos a menudo religiosos, plasmado en ocasiones en un lenguaje de imágenes visionarias y oníricas que a veces llegan al hermetismo»(Rivero 1986: 390 y ss.).

Castellanos utilizando el recurso del narrador construye al protagonista a través de sus juicios personales y pensamientos pues apela al interiorismo, la gente para Arthur Smith, era el pueblo humilde en su ignorancia a quien el señor se había dirigido en parábolas, que aunque bien intencionados no dejan de ser contradictorios.

Constantemente se contradice el discurso de Arthur con las intervenciones del narrador, en forma de pequeños juicios o en la misma narración “Arthur Smith pensaba que el mundo, definitivamente, estaba bien hecho. Por lo menos en lo que se podía contemplar a simple vista” (Castellanos 98) y más adelante cuando se enfoca al protagonista y sus meditaciones parece referirse a sí mismo.

Ya instalado en el campamento norteamericano y ansioso por cumplir su labor de misionero siente que ha llegado a su destino, que darán fruto los favores que su dios  le ha dado, aunque desde el primer momento se desengaña al no ser recibido como un héroe, sino como uno más y es por primera vez que él toma un rol activo, por lo menos en pensamiento acerca de lo que ellos, “los del color correcto de piel, la raza superior” (Castellanos 102) deberían de hacer; es por medio de la condena y el reproche (silencioso fiel a la personalidad de Arthur) que se mencionan los estandartes sobre los cuales su fe se instaura.

Smith es un personaje que muere en la sociedad norteamericana de consumo en la cual no tiene lugar, el ya citado  american way of life, para establecerse en un espacio que a primera vista parece salvaje, místico y que le rebela que su idea del mundo es por completo errada, ya que es un montaje en donde los salvajes son el cacicazgo al servicio del gobierno mexicano, de los religiosos católicos y los protestantes.

Crucial para el personaje haber elegido estudiar tzeltal pues le otorga un “poder” del que carece la población norteamericana: el de entenderse con el otro; aspecto que también queda en tela de juicio, y que al final se sigue planteando, cuando Mariano, su ayudante en la labor de traducción de la biblia transcribe el significado de las sagradas escrituras a su cosmogonía: “Y si el texto decía Espíritu Santo, Mariano interpretaba Sol y principio viril que fecunda y azada remueve la tierra y dedos que modelan el barro. Y si decía demonio, no pensaba en el mal, sino que se inclinaba con sumisión, porque después de todo era sólo la espalda de la otra potencia…” (Castellanos 108)

Adam se construye a sí mismo a través de la anagnórisis y las peripecias[4] que experimenta a través de la muerte del hijo de su ayudante Mariano, la muerte del antes mencionado y al  consumir las píldoras rojas, el sedante suministrado por el médico del campamento ante el shock que le produce las muertes que rondan su espacio: “Esa noche Arthur Smith durmió como no había dormido desde su infancia: profunda, sosegadamente, sin sueños, sin esas imágenes… Despertó con la sensación un poco vaga de que había estado a punto de descubrir algo importante, muy importante. Pero pronto esa nebulosa fue sustituida por la robusta certidumbre de que todo estaba en orden.” (Castellanos 116)

A través de los dos sueños inducidos por barbitúricos, la psique del protagonista es afectada y comienza a realizar un acto de autorreflexión, de construcción de su persona a través de la duda, un proceso en que las pastillas que lo duermen paradójicamente lo despiertan a la realidad:

Esperaba despertar embotado y, sin embargo, lo asaltó desde el primer momento una lucidez extraña y dolorosa… Arthur comprendió, por fin, que quien había muerto no era un número en las estadísticas… Que el que había muerto era un hombre, con dudas como Arthur… Y en esta solidaridad, repentinamente descubierta por Arthur, había aún otro elemento. Mezclaba las palabras de su madre (“nadie se salva solo”) con el complemento que, después de su primer sermón, le añadió Mariano… – (Castellanos 123)

Tras enterarse de los planes detrás de la función de cada integrante masculino del campamento americano y de la supuesta “educación de los indios” por parte de católicos y protestantes, cambia su actitud sumisa por un ente contestatario que ve al fin lo que ha estado enfrente de sus ojos y que sólo se muestra ante él en medio del hartazgo y la incomprensión; ellos sólo se han repartido los territorios en los que pueden actuar para evitar que el fanatismo indígena cobre sus vidas, con lo que la sumisión y la libertad de vivir a costillas de los mismos se consuma.

Ya no es  Arthur el que ignora todo este cúmulo de problemas socioculturales, exiliado por cuenta propia en búsqueda de su destino, de la fe en algo; ahora se enfrenta a la dolorosa realidad de los indígenas y su mundo pues ha visto las dos distintas caras de una misma moneda con lo que desencantado logra comprender esas complicadas parábolas que dios le ha comunicado: él se ha liberado de aquel espacio corrupto y se vuelve a exiliar sin rumbo fijo esperando encontrar un mundo en el que pueda vivir sin corrupción y en paz;        “-Tu problema- le advirtió su madre con esa clarividencia que sólo da el amor- es que no tienes fe-” (Castellanos 103) .Esta advertencia es la que al final del relato cobrará sentido.

Es a través de su expulsión del campamento y camino a la cabaña en donde parece que ha pasado lo que vaticina el título: ha salvado su alma despojándose de los tres elementos que crean discordia tanto en su sociedad americana como en la mexicana: dinero, poder y religión. su único bien ahora es la capacidad de comunicarse con el otro a través de la lengua de ellos.

Rosario Castellanos hace alusión a esta idea en El eterno femenino,  propone la idea de la construcción, el atrevimiento a dar un paso más adelante, de generar a través de un final abierto el siguiente cuadro y el destino del protagonista. Es Arthur Smith un héroe, que, al renunciar a todo, gana su libertad, esperanza de que como nazcan más como él, libertarios que busquen más allá de los discursos del poder y con ansias de salvar su alma, salvando de la injusticia a otros.

Bibliografía

Beristáin, Helena. Diccionario de retórica y poética. México: Porrúa, 1995.

Castellanos, Rosario. Ciudad Real. México: FCE, 1989.

Cuneo, María. «Desde las voces de la tradición al encuentro con la propia voz: el viaje de la escritura poética de Rosario Castellanos.» Revista chilena de literatura (2005): 29-46.

Delgado, Manuela Cantón. «»Las expulsiones indígenas en Los Altos de Chiapas: algo más que un problema de cambio religioso.» Mesoamerica ( 18.33 (1997)): 147-169.

Spada, Rosa. «La narrativa de Rosario Castellanos: Un registro del mundo que le tocó vivir.» Revista del Centro de Enseñanza para Extranjeros, Nueva Epoca, Revista del Centro de Enseñanza para Extranjeros, Nueva Epoca (2006): 141.

[1] Recordemos que hay hombres protagonistas en Aceite guapo o El advenimiento del águila, por citar algunos, que aunque son protagonistas,  no logran nada fuera de lo común, sólo atinan a proseguir su destinos como personajes arquetípicos, en el caso de Aceite guapo, un indio que trata de sobrevivir, fallando por su ignorancia y en El advenimiento del águila el ladino que llega a buen puerto debido a su astucia para engañar y sumir en su miseria a la población indígena.

[2] Al igual que en la vecina Guatemala, la evangelización de los indígenas de Chiapas corrió inicialmente a cargo de misioneros norteamericanos. Se remonta al año de 1938[…]

uinas de Palenque, utilizaron la medicina moderna para sus propósitos: difundir el protestantismo y traducir la Biblia a las lenguas autóctonas. Ya desde entonces se tienen noticias de conversiones que servían para afirmar la independencia frente al poder de las autoridades tradicionales. Los conflictos políticos intracomunitarios ya se presentaron entonces, con frecuencia, bajo la forma de conflictos religiosos. La controvertida labor del ILV contó desde sus inicios con el apoyo y la autorización del gobierno mexicano, que de este modo no sólo actuaba acorde con el principio constitucional de la libertad de culto, sino que delegaba en 10s misioneros responsabilidades que corresponderían  al propio gobierno: la alfabetización o la introducción de la medicina moderna, medidas acordes con lo que consideraron, en fin la modernización del sector indígena. Los misioneros realizaban «gratuitamente» estas labores, a cambio de sustituir paulatinamente las creencias y prácticas religiosas de los grupos entre los que se instalaban y de acabar desencadenando con ello los conflictos y enfrentamientos intracomunitarios -a propósito de las conversiones- más espectaculares de todo México. En «Las expulsiones indígenas en Los Altos de Chiapas: algo más que un problema de cambio religioso.» Mesoamerica 18.33 (1997): 147-169

[4] Anagnórisis definida  por Helena Beristain como el proceso retórico que conduce a un momento en que la repentina recepción de información origina el súbito reconocimiento de un personaje, de un objeto o de un hecho por parte de otro personaje o por parte del público… El reconocimiento provoca un cambio en el curso de la acción pues modifica la orientación lógica de las secuencias hace que el proceso de deterioro de la suerte de un personaje se convierta en proceso de mejoramiento o a la inversa. Consultar bibliografía.

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Jairo Castillo Vázquez Promoción y Difusión Cultural

Ciudad, poder y sexualidad como catalizadores en la paz de los sepulcros de Jorge Volpi

Por Jairo Castillo Vázquez

El poder siempre ha sido, es y será un elemento primordial en el mundo, desde los organismos más básicos hasta los más complejos. Se manifiesta de una forma especial en el ser humano, íntimamente ligado a lo sexual, donde la racionalidad y su inexorable estatus de ser social le abre las puertas a un nuevo tipo de poder: el ejercido a través de la creación de las ciudades, centros de desarrollo del mismo. Es en esta locación donde se cataliza el poder desarrollándose a la par de la humanidad, la cual Volpi retrata como entidades frenéticas y en declive.

La paz de los sepulcros es el resultado neto del autor y su participación en la llamada literatura del Crack, en la que los puntos que destaco y que se apegan al presente estudio son los siguientes: “Propuesta estética: grotesco. Caricaturización. Realidad dislocada […] Propuesta espacio-temporal: cronotopo cero. No espacio, ni lugar. Todos los espacios y lugares. […]Propuesta de género literario: la novela, otros géneros narrativos no son mencionados. Existe la intención de explorar al máximo las intenciones de la novela.” (Pérez 84)

El argumento de la obra es simple: Agustín Oropeza se gana la vida trabajando para el diario amarillista Tribuna del escándalo hasta que un día un par de muertes simultáneas que parecen ser dos más en su ya larga trayectoria, le permitirán dar rienda suelta a su faceta detectivesca, descubriendo un mundo en donde el poder lo es todo y donde “los malos siempre ganan” ya que aquellos dos muertos “inmortalizados” debido a la violencia con que fueron finiquitados resultan ser ni más ni menos que el ministro de justicia, próximo sucesor a la candidatura, el elegido por “dedazo” para ser el siguiente presidente de la república y un amigo de la preparatoria con el que mantuvo de una u otra forma una corta pero estrecha relación.

Para definir al poder, usaré el término de Francisco Ávila-Fuenmayor que en su artículo El concepto de poder en Michel Foucault que va encaminado a lo que el presente trabajo busca al hablar del poder:

El término poder proviene del latín possum-potes-potut-posse, que de manera general significa ser capaz, tener fuerza para algo, o lo que es lo mismo, ser potente para lograr el dominio o posesión de un objeto físico concreto, o para el desarrollo de tipo moral, política y científica. Usado de esta manera, el mencionado verbo se identifica con el vocablo potestas que traduce en potestad, potencia, poderío, el cual se utiliza como homólogo de facultas que significa posibilidad, capacidad, virtud, talento.

El término possum recoge la idea de ser potente o capaz pero también alude a tener influencia, imponerse, ser eficaz entre otras interpretaciones (Ávila-Fuenmayor 2).
La ciudad paralelamente juega un papel preponderante en el desarrollo novelístico volpiano, ya que es el lugar donde nacen y desarrollan logros de la sociedad racional como la democracia, la civilidad, la ley, la vida intelectual, etc. Es de igual manera el sitio en donde se hiperbolizan todos los horrores y la peor cara del ser humano, desencadenando una crisis ante la pérdida de la identidad, en donde la gran concentración de personas hace que el individuo entre en un shock donde toma conciencia de ser un anónimo, una cifra más y que inclusive actos nocivos como los asesinatos, robos y vicios pasen desapercibidos debido a la deshumanización que exige la violencia y que Volpi retrata adecuadamente con la sutil metáfora de la justicia asesinada y la degradación de la misma. Es aquí en la inmensidad del espacio urbano y moderno donde dicha crisis precipita en los personajes una actitud de no pertenencia, en donde los efímeros y los hard sean los únicos “no lugares” a los que asisten recurrentemente.

Otro aspecto relacionado al poder que Volpi señala en esta (su) ciudad son los medios de comunicación (otro leitmotiv importante); poseen un estatus y poderío importante que en la novela funcionan como la principal forma de controlar a la población a manera de brazo derecho del presidente Del Villar y su gabinete (“El poder de la tecnología suprime la imaginación” (Volpi 124) ), de infundir miedo a través del desprestigio de los movimientos terroristas como la guerrilla así como de mantener un discurso en donde la nación recibe una nueva etapa de orden y progreso. No es gratuito que Oropeza, el protagonista, sea un periodista del diario amarillista Tribuna del escándalo y que conforme se desarrolle la historia nos mencione un poco acerca del oficio y de cómo el pasquín es sobornado por el gobierno para agregar o callar hechos que no son convenientes para el círculo de poder en turno.

Lo anterior asocia a la urbe con la degradación política e intelectual que, sumada a la sexual y a la violencia, invalida de manera paulatina los valores y la inocencia. Por eso se en la novela existen dos ciudades viviendo en paralelo a través de la repartición del tiempo (día y noche).

El poder asociado con la sexualidad es un leitmotiv en la obra, donde uno de los símbolos que hacen que la historia avance a medio de novela policiaca es el del anillo intercambiado por Oropeza e Ignacio, el cual lleva una carga tal, que parece acompañar o reforzar la personalidad erótica degradada del nuevo poseedor:

Un lobo haciéndole el amor a una mujer desnuda. El animal está encima de ella, que yace inerme en el suelo, incapaz de defenderse –aunque su rostro, la comisura de sus labios, sus ojos abiertos, delatan que no sólo hay espanto y pánico, sino un poco de ansiedad, el temor que se experimenta ante el placer de lo desconocido: una violación que casi deja de serlo […] (Volpi 47-48)

Esta descripción del objeto exacerba esta relación entre lo sexual y el poder que poco a poco se irá mostrando en la novela en bastantes ocasiones, como cuando se empieza a descubrir la doble identidad (al igual que la Ciudad de México) de los integrantes del gabinete del presidente Del Villar, específicamente con Alberto Navarro, así como con Marianela Mondragón y el empresario Mercado, que parecen encajar con la metáfora del lobo y la mujer (la situación que alude a esta relación es cuando él introduce a Marianela al mundo de la sumisión y los excesos, para llegar posteriormente al de la necrofilia por medio de este dominio de carácter sexual (Volpi 193-195).

El lugar en donde ocurre el asesinato, el hecho que le da sentido tanto al título como a la sucesión lógica de hechos es un “sórdido cuarto de hotel”, un lugar sin nombre y de paso, donde la violencia es el distintivo del crimen. El tiempo y forma en que fueron asesinados (nunca no es mencionado con exactitud), las posiciones en que se encuentran a los cadáveres (en especial la muerte de Ignacio) conllevan una manifestación de violencia asociada al poder aludido anteriormente, ya que al ser decapitado y mutilado, queda irreconocible, le es despojada su identidad; también la muerte del ministro Navarro nos indica el estado de sumisión que sufrió, desnudo y amarrado de sus extremidades en forma de X (Volpi 13).

Consecuencia del asesinato de su amigo Ignacio, Oropeza va desarrollándose a la vez que se degrada. A través de sus investigaciones y conjeturas, encuentra un hilo de corrupción y mentiras, que poco a poco van haciendo que ese hilo forme parte de su ser, a través de hechos como aceptar los favores sexuales de una menor de edad que pertenece a un catálogo de sexoservidoras, consumir alcohol y drogas repetidamente, una golpiza y un secuestro:

[…] el poder llega a convertirse en un arma de dos filos. Por lo que primeramente el narrador en primera persona, mostrará el poder en un campo político, de ahí que los personajes lo tomaran – como es debido -, para dominar, someter y corromper, al mismo tiempo para mostrar esa máscara de credibilidad ante lo externo y convencer de la verdad, una verdad que no existe. El protagonista al mostrar y mostrarse en ese mundo al cual pertenece, se asquea reflexiona sobre los valores que se están perdiendo, dando como resultado un pequeño distanciamiento de su realidad, de la que no puede escapar. No obstante, se dejará ver al protagonista tomar el poder como protección de sí mismo, es decir, demostrar una seguridad que no tiene. (Ponciano 47)

Al final de la novela Oropeza se deja seducir por el poder, al callar todo lo que ha obtenido fruto de sus investigaciones, arriesgando su vida en búsqueda de los culpables de los asesinatos y robos de cadáveres. Ha pasado por una serie de procesos como los que Joseph Campbell estudia en El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito (partida, iniciación y el regreso) aunque en este caso nuestro protagonista el regreso se da de forma anti épica y degradada, al aceptar el sistema corrupto de cual forma parte, frecuentando a la niña actriz-prostituta Azucena, además de ser absorbido o seducido por el gobierno a través de la entrega del premio nacional de periodismo y dispuesto a escribir su artículo Cómo fui rescatado de manos de la guerrilla, con lo que a pesar de destrozar los ideales periodísticos de búsqueda de la verdad e imparcialidad, inexorablemente se rinde.

Bibliografía
Auge, Marc. Los «no lugares» espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa, 1998.
Ávila-Fuenmayor, Francisco. «El concepto de poder en Michel Foucalt.» A Parte Rei 53 (2007): 1.
Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito. México: Fondo de CUltura Económica, 1971.
Pérez, Alberto Castillo. « «El Crack y su manifiesto».» Revista de la Universidad de México 31 (2006): 83-87.
Ponciano Varela, Laura. «Lo grotesco en días de ira y La paz de los sepulcros de Jorge Volpi.» Tesis. México, 30 de junio de 2006.
Ramouche, Marie-Pierre. « «Política y literatura en la obra de Jorge Volpi.» .» Encuentro de Latinoamericanistas Españoles (12. 2006. Santander): Viejas y nuevas alianzas entre América Latina y España. . Ed. CEEIB. 2006. 1700-1708.
Volpi, Jorge. La paz de los sepulcros. Alrevés, 1994.

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Jairo Castillo Vázquez Promoción y Difusión Cultural

EL INFIERNO ARTIFICIAL: UNA MIRADA A LA DECADENCIA HUMANA A TRAVÉS DEL VICIO

Por Jairo Castillo Vázquez

Cada uno somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestro infierno.

Oscar Wilde.

 

El infierno es un espacio que remite de forma necesaria a aspectos negativos de la cultura humana. Desde su localización, que es generalmente la opuesta a la de los lugares en donde se descansa o se premian los buenos comportamientos, hasta las asociaciones que mantiene con el castigo, el dolor, la expiación, el sufrimiento eterno y el miedo. Claro que todo lo anterior se obtiene después de una vida de malos actos o de falsas religiones en algunos casos.

Nuestro autor Horacio Quiroga, escritor uruguayo de la corriente naturalista tal vez consecuencia de su trágica vida, plasma el infierno a un nivel más bello y horroroso: al plano de lo cotidiano provocando una catarsis en el lector[1]

Adicción (Del lat. addictĭo, –ōnis), se entiende como el hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas[2]. Quiroga en parte de su obra, nos muestra los influjos naturalistas propios de la escuela francesa al ser influenciado por Guy de Maupassant y el determinismo (ambiental)[3] de La novela experimental de Zola.

La corriente naturalista, en el caso de los escritores latinoamericanos, entre los que destaca Quiroga, no se reduce su cuento a un mero acto estético, sino que lo vuelve un catalizador para denunciar la decadencia de su sociedad, en el que uno de estos detonantes de la degradación social es el problema de las adicciones.

El argumento es simple: un sepulturero que a través del constante consumo de cloroformo, mantiene una conversación con “los restos” de un cadáver, mismos que alojan de manera increíble a un decadente hombrecillo amarillo, situado en la base del cráneo.

Quiroga desde un inicio deja en claro que su cuento tendrá como tema recurrente al vicio, convirtiéndolo en leitmotiv[4] y usándolo como medio para crear al personaje mencionado con anterioridad, que aparece en forma de hombrecillo amarillo, mismo que a su vez también sufre de adicción, en este caso, a la cocaína. El hombrecillo amarillo es un personaje muy particular, debido a que no existe (como mencioné anteriormente), es producto de la mente del sepulturero, pues al ser un consumidor recurrente del cloroformo, repercute en su salud y su percepción de la realidad haciéndolo alucinar, con lo que el determinismo naturalista hace su aparición.

El determinismo opera de una forma brutal al mostrarnos las consecuencias del abuso de sustancias de uso médico al grado de convertirlas en drogas; en el caso del sepulturero el cloroformo, y en el del hombrecillo amarillo la cocaína. Este aspecto es el que causa mayor impacto dentro del cuento ya que si hacemos una breve monografía del cloroformo advertimos lo siguiente:

Cuando son administrados oralmente, la duración de los efectos subjetivos de ambos fármacos alcanza entre dos y tres horas. Dosis bajas de éter producen una desinhibición controlable así como una sensación de que se aguzan los sentidos y el intelecto. Dosis medias y altas suscitan alucinaciones visuales y sobre todo auditivas, así como una marcada desinhibición que puede manifestarse en el terreno sexual. Su empleo crónico ocasiona dolores estomacales y vómitos, insomnio, irritabilidad, debilidad física y pérdida del impulso sexual. Generan dependencia física y psíquica considerable con un mes y medio de uso frecuente; producen tolerancia y sus respectivos síndromes de abstinencia pueden ocasionar desde postraciones nerviosas, hasta violentos delirium tremens con desenlaces fatales.[5]

 El vicio no sólo es usado como elemento para dar paso a un relato enmarcado, sino que es la temática y dueña de la historia de Quiroga. Ya desde que se produce la alucinación del sepulturero funge como un indicador de las clases sociales; el sepulturero con cloroformo y el hombrecillo con cocaína; se demuestra por primera vez con la intervención del narrador y posteriormente con el hombrecillo reiterando esta abismal diferencia en cuanto a calidad “Sí, es por la cocaína… ¿Y usted? Yo conozco ese olor… ¿cloroformo? -Sí -repuso el sepulturero avergonzado de la mezquindad de su paraíso artificial.”

Quiroga jamás deja de hablar de los males usuales que azotan a las sociedades (en este caso adicciones y enfermedades), ya que se sirve del hombrecillo amarillo y su relato al sepulturero la serie de peripecias que ocasionaron sus adicciones; primero morfina debido a la incapacidad de aceptar la muerte de sus hijos y esposa (difteria y derrame cerebral respectivamente) y finalmente con la cocaína. Esta desgracia se sigue transmitiendo de forma determinista en el caso de la segunda mujer, al mostrarnos que es adicta al olor de Jicky, la primera fragancia moderna de la historia curiosamente, con lo que simultáneamente se produce un efecto de comparación al incluir dicha adicción al olor del perfume con la aspiración de cloroformo; la adicción juega entonces un papel de conciliadora, las sustancias fungen como salvador, hipnotizando a los sentidos ante la dureza de la realidad.

El naturalismo nos ofrece un realismo agrio y morboso, en donde Quiroga se inserta con facilidad en la posición de “experimentador”(Zolá 32), mismo que a través de sus personajes vuelve observador al lector de situaciones de la misma decadencia de la especia humana. Produciendo al partir de hechos verdaderos mostrando el mecanismo de los hechos, produce y dirige los fenómenos

Martha Herrero Gil menciona al respecto de Quiroga y el uso de las drogas lo siguiente:

se opone a la noción canónica de los paraísos artificiales de Baudelaire. Para el francés, la adicción a las sustancias derivaba del gusto del ser humano por lo absoluto, por el misterio, y de la errónea actitud de querer acercarse a él por el camino fácil, sin entrenar la voluntad y la disciplina espiritual. Para el rioplatense, la droga (en este caso la cocaína) no sólo no es capaz de acercar al consumidor a paraíso alguno, aunque artificial, sino que lo lleva directamente al infierno, trasciende los límites de la vida, y convierte al adicto en el ser más desgraciado que ha existido.(Herrero Gil 300-310)

La denuncia social en el cuento opera en dos niveles: en el problema de salud que suponen tanto las defunciones por falta de atención médica, así como las drogas. En el caso de las drogas, el sepulturero le sirve para sobrellevar la miseria económica en la que vive; por otra parte el hombrecillo amarillo resalta al dinero como auxiliar en el proceso de corrupción del burgués, ya que no respeta condición social o género, devastando al consumidor y a su entorno confrontándolo con su fatalidad, misma que es consecuencia de la fragilidad humana a la que se alude de forma constante en el cuento con la desintegración del núcleo de la sociedad, ya sea de forma natural o provocada, con lo que el ser humano cae en una profunda crisis, que sólo puede ser aceptada y mitigada con el consumo de sustancias.

El naturalismo es entonces, una corriente que tiene como fin el denunciar a través del horror y la degradación humana a los componentes que han fracasado en un intento de llevar una vida digna, ya sea por causa propia, o como consecuencia de la hostilidad de su propio ambiente. Una prueba de ello es este cuento de Horacio Quiroga, Infierno artificial, en donde a pesar de morir, el vicio jamás se puede dejar a diferencia del cuerpo como nos prueba el hombrecillo amarillo.

A continuación le adjunto el enlace para que lea el cuento y saque sus propias conclusiones: http://ciudadseva.com/texto/el-infierno-artificial/

Esperamos sus comentarios y sugerencias.

[1] entendida como la “purificación emocional, corporal, mental y espiritual […] […]Mediante la compasión y el miedo (eleos y phobos) los espectadores de la tragedia experimentarían la purificación del alma de esas pasiones” Aristóteles, Poética 1449b

[2] Tomado directamente de la RAE:  Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española. Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., Edición del Tricentenario, [en línea]. Madrid: Espasa, 2014

[3] El determinismo ambiental se define como el medio físico determina a las sociedades humana y sus niveles de desarrollo tanto en el ares socio-económica y cultural, por lo que los humanos deben adaptarse a las condiciones expuestas por el medio físico

[4] El leitmotiv es motivo que se repite constantemente en la narrativa, en nuestro cuento, las adicciones son el tema recurrente y que dan continuidad a la narrativa del mismo.

[5]Tomado de http://www.mind-surf.net/drogas/eter.htm

 

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Jairo Castillo Vázquez Promoción y Difusión Cultural

LA VIDA EN MÉXICO DURANTE UNA RESIDENCIA DE DOS AÑOS EN ESE PAÍS. (Paula Kolonitz)

Por Jairo Castillo Vázquez

Es importante situar a la escritora en su periodo socio histórico para poder analizar lo que ella plasmó en cada una de sus epístolas. Llegó junto con su esposo al país en 1839 y ya para ese tiempo el país había sido escenario de acontecimientos que hicieron que el país se sumiera en el desorden y la inseguridad[1]

En la lectura Madame menciona (aspecto constante en un texto de viajeros) sus impresiones al llegar a otro mundo, desembarcando y mencionando las carencias a las que uno se atiene cuando se viaja por mar, en donde destaca que hay mejores formas de viajar por ultramar como el barco de vapor y el barco de vela.

Como buena mujer aristócrata describe  las costumbres imperantes de la sociedad de mexicana alta, así como los climas, las características de los habitantes y sus hogares. Es imprescindible no emitir juicios de valor respecto a los comentarios emitidos por la escritora, ya que hay casos como en su desembarco en el capítulo IV en donde lo primero que llama su atención en esta nueva tierra es el color de los nativos, entre los que destacaban el indio, el negro y el mestizo. Si bien es cierto que en un principio sus apuntes son meramente superficiales, con el devenir de las epístolas logra adquirir una sensibilidad que se va acrecentando.

 La visión que tiene respecto al indígena, es uno de esos puntos en los que Madame hace una evolución respecto a sus primeras epístolas ya que sus descripciones respecto al mismo logran acaparar un considerable espacio en sus cartas y enriquecen de una manera considerable el contenido; cuando visita la catedral de la Ciudad de México, hace una perfecta alegoría del sincretismo entre los tres mundos existentes de la época: el pasado indígena con la leyenda de la piedra de sol y el nacimiento del dios Huitzilopochtli[2] que está encadenado con el pasado español reciente, representado con la catedral que finalmente desemboca en el mestizaje y la creación por consecuente del mexicano actual[3]

Otro aspecto que Madame rescata en sus textos es la cocina mexicana, la cual le genera un amplio gusto, resaltando aspectos alimentarios de la cultura mexicana aludiendo una vez más a los sincretismos por medio de su corta pero detallada descripción del alimento  y por supuesto de la bebida que han acompañado  estas tierras desde tiempos inmemoriales: la tortilla, el chile y el pulque.

La burla, discreción e ironía son también una constante en el texto, ya que la autora al ser la esposa de un diplomático, podía haber ocasionado serios problemas al mismo, debido a los comentarios acerca de los habitantes con los que tuvieron un contacto directo con lo que en ocasiones deja entrever un poco de sus opiniones y posturas políticas por medio de comparaciones de tipo animalescas (al referirse a los zopilotes) o algo un poco más explícito al referirse a una nueva generación que ha dejado atrás a la clase docta del Virreinato, para convertirse en la clase imperante durante la estancia de Madame, generación inculta y que ha subido por los constantes golpes de estado y problemas republicanos, no por méritos, valiéndose de las joyas como repuesto de esta falta de clase.

Crea incomodidad al referirse a las clases bajas o sirvientes mexicanas al tacharlos de perezosos y de comodines, al sólo necesitar lo indispensable para vivir diariamente, aunque no parece que salga mucho de la realidad juzgando la situación del país y de las marcadas diferencias entre las clases altas  bajas.

Mantiene un estilo sobrio de escritura al estallar el conflicto entre Gómez Farías y Anastasio Bustamante, en donde destaca las muertes de civiles nacionales y extranjeros a manos del conflicto y de maneras violentas y desafortunadas, informándonos respecto a las posturas y movimientos de ambas partes del conflicto por asumir el liderazgo del país.

La autora es sin duda un personaje controversial en la construcción de la identidad mexicana a partir de la visión del otro, del extranjero, el cual desarrolla una serie de pensamientos los cuales pudieron haber causado una serie de disgustos a la estirpe nacionalista, pero que como documento reconstructor del México republicano del siglo XIX, es invaluable.

[1] El país había vivido tres guerras: la de Independencia, la de Texas y la de los Pasteles. La Hacienda Pública enfrentaba al problema de la falta de recursos económicos, vivía en un perpetuo estado de bancarrota y dependía de los préstamos externos e internos. Desde 1830 comienza un largo periodo de inestabilidad política, caracterizado por la constante sucesión de presidentes moderados y liberales de la que fue testigo la señora Calderón de la Barca. Desde su llegada a México, el matrimonio Calderón fue recibido por personajes como Guadalupe Victoria y Antonio López de Santa Anna. La fama política y sobre todo, literaria de don Ángel Calderón de la Barca le valió el acceso a cerradas cúpulas de poder desde las cuales la autora construyó su visión del país.

[2] Es un leitmotiv el uso de las leyendas en Madame Calderón ya que para ella es una fuente de asombro inagotable, así como una perpetua fuente de recopilación de datos acerca de México y sus costumbres.

[3] Es interesante la forma en que Madame retrata la forma en que estos dos pasados conviven respecto al posicionamiento haciendo una suerte de alegoría o metáfora: “al salir vimos el Calendario Azteca, piedra redonda cubierta de jeroglíficos, que todavía se conserva  y está empotrada en uno de los lados exteriores de la Catedral […]” p.65 en donde pareciera que el sincretismo se lleva tanto dentro de la Catedral, así como en el exterior al apoyarse una (Calendario Azteca) sobre la otra (Catedral).

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Promoción y Difusión Cultural

LO SENSORIAL COMO ELEMENTO CONDUCTOR EN LA LLUVIA DE FUEGO DE LEOPOLDO LUGONES

Por Jairo Castillo Vàzquez

El fuego, desde comienzos de la humanidad, ha sido un elemento objeto de admiración, culto, respeto, y miedo. Leopoldo Lugones utiliza este elemento junto con un mito de la tradición judeocristiana para llevar a cabo su cuento fantástico La lluvia de fuego.

Recopilado en el libro Las fuerzas extrañas[1], este cuento es de destacarse debido a que se le ha brindado una escasa atención y por ende el mínimo análisis. Para muestra basta retroceder a 1973, fecha en que Robert M. Scari hace un breve pero atinado artículo sobre las características principales del cuento[2], en donde destaca que éste  “ha sido sepultado durante setenta años” (Scari, «El cuento» La lluvia de fuego» de Leopoldo Lugones.» 113).

Si bien hay varios estudios acerca de La lluvia de fuego, la variedad de objetos a analizar es considerable, con lo que aumentan las posibilidades de análisis del cuento; y es que presenta una variedad de temas que aún no han sido tocados, que pueden y deben ser analizados[3]. Uno de los aspectos que merecen ser estudiados en este relato es el uso de la percepción, vertida por el autor en forma de descripciones; la presencia constante de los sentidos en la narración realizada por el protagonista y sus constantes observaciones frente a la inminente tragedia, hacen que el cuento no sólo sea una narración de una historia, sino que funge también como una historia de horror de corte sicológico.

El argumento es simple: basada en la destrucción de la ciudad pecadora de Gomorra, Lugones enfoca la historia en su narrador personaje, un viejo que parece haber dejado el placer de la carne por el de los sentidos “En el comedor me esperaba un almuerzo admirable; pues mi afortunado celibato sabía dos cosas sobre todo: leer y comer. Excepto la biblioteca, el comedor era mi orgullo.[…] […]Desde entonces, entregado a mis jardines, a mis peces, a mis pájaros” (Lugones 210). El cuento a lo largo de su desarrollo nos brinda descripciones realizadas mediante la percepción a través de los sentidos, los cuales son el tema a analizar en el presente trabajo.

lluvia de fuego

El inicio como indica el subtítulo, abre con una evocación, en donde el narrador-personaje describe el día de la tragedia, un día normal, a través de lo sensorial;  “hormigueo popular […] “un ruidecito de arena”. (Lugones 209). Son las captaciones a través del sentido del oído que nos sitúan espacialmente en una ciudad tumultuosa y cercana al desierto. Es el oído junto con la vista, de la que hablaremos a continuación, que hiperboliza lo curioso del fenómeno donde “Casualmente lo había advertido, mirando hacia el horizonte en un momento de abstracción […] aunque esto también lo duda debido a que “parece confundirse con una ilusión óptica” (Lugones 209). Y es que lo óptico está presente también y juega un papel importante en la realización del implacable castigo divino; la vista es la que priva de la tranquilidad al protagonista ya que al advertir que efectivamente es cobre incandescente el que cae del cielo, un cielo límpido y leitmotiv que parece contradecir a este fenómeno,  dejando paso a un vago terror (Lugones 210)

¿Por qué lo sensorial toma importancia para este análisis? Es debido a que la narración se apoya en las descripciones que el protagonista brinda a través de su interacción con su ambiente y permiten al lector imaginar cómo es que vivió esta catástrofe. Y es que no hay un momento en que el desarrollo de la historia se vea privado de lo que captan los sentidos,  van de la mano potenciando el efecto narrativo de sorpresa y de terror del protagonista como reacción natural ante el peligro: “Bruscamente acabó mi apetito; y aunque seguí probando los platos para no desmoralizar a la servidumbre, aquélla se apresuró a comprenderme. El incidente me había desconcertado.” (Lugones 211) ya que anteriormente menciona que sus placeres se dedican a deleitar el gusto, oído y vista.

Una vez domado el terror de lo desconocido e inverosímil, debido a una botella de vino envenenada y por consecuente a la posible elección del momento de su muerte[4], pasa a un estado de excitación en donde la barbarie y destrucción que percibe a su alrededor pasan a ser un espectáculo[5] que captará y desarrollará en la historia.

Siguiendo sobre la línea de los sentidos, los animales que aparecen en la historia funcionan como agentes mensajeros de la fatalidad, creando efectos de terror[6] consiguiendo que la sucesión de eventos no se separen del progresivo declive que se capta, primero en el caso de las aves que lo notan cuando “cesaron de cantar” posteriormente en vez de huir al ser liberados por el protagonista “se amontonan” (Lugones 211).   El segundo grupo de animales que son el rostro de la desgracia son los leones, que al correr locos de sed, son advertidos por el narrador como una sombra de la majestuosidad que representan:

Pelados como gatos sarnosos, reducida a escasos chicharrones la crin, secos los ijares, en una desproporción de cómicos a medio vestir con la fiera cabezota, el rabo agudo y crispado como el de una rata que huye […] para proseguir con algo aún más terrible: ¡Ah…! nada, ni el cataclismo con sus horrores, ni el clamor de la ciudad moribunda era tan horroroso como ese llanto de fiera sobre las ruinas. (Lugones 218)

Como otro punto a destacar en este análisis es la contraposición como una especie de leitmotiv que se puede definir en las siguientes etapas: primero el horror debido a lo inverosímil del acontecimiento que es una lluvia de cobre incandescente, segundo con los daños causados cuando no sólo no se detiene el fenómeno, sino que se intensifica esta “fuerza extraña”:

La fuerza sugestiva de los relatos está reforzada con antítesis temáticas como la casi monótona insistencia en la limpidez del cielo […] […] y violentos contrastes de ambiente entre los cuales los más marcados son los que establece […] entre el clamor de la ciudad condenada, por un lado, y el silencio de la cisterna subterránea en que se refugia el protagonista por el otro, y el contraste luz-oscuridad que surge, en el mismo relato, cuando el sol al declinar se pierde en humo y polvareda, dando lugar a la lucha pavorosa entre tinieblas y fuego. (Scari, Ciencia y ficción en los cuentos de Leopoldo Lugones. 178)

La anterior acción dentro de la historia, nos ayuda a afirmar que el cuento posee varias contraposiciones que siguen conectadas con lo sensorial al ser el oído y la vista los responsables de captar mediante la imaginación del lector ante la descripción de dichos eventos haciendo la función de contrapunto entre el realismo y lo fantástico en el cuento.

Los sentidos al no separarse de la narración, ayudan a construir la imagen de lo que no sólo es el protagonista, sino también la ciudad en la que vive, que al ver detenida la lluvia de cobre, no muestran el menor signo de arrepentimiento o temor sino todo lo contrario[7]:

Más numerosa que nunca, la gente de placer coloría las calles; y aún recuerdo que sonreí vagamente a un equívoco mancebo, cuya túnica recogida hasta las caderas en un salto de bocacalle, dejó ver sus piernas glabras, jaqueladas de cintas. Las cortesanas, con el seno desnudo según la nueva moda, y apuntalado en deslumbrante coselete, paseaban su indolencia sudando perfumes. Un viejo lenón erguido en su carro manejaba como si fuese una vela una hoja de estaño, que con apropiadas pinturas anunciaba amores monstruosos de fieras: ayunta-mientos de lagartos con cisnes; un mono y una foca; una doncella cubierta por la delirante pedrería de un pavo real. Bello cartel, a fe mía; y garantida la autenticidad de las piezas. (Lugones 213)

No hay vuelta atrás; el dedicarse a recoger las chispas que cayeron de ese constante cielo límpido (otro leitmotiv) para venderlas a los caldereros, el dedicarse a celebrar  emborrachándose, tendrán su consecuencia porque estos hechos parecen no serle indiferente a la “fuerza extraña”, la divinidad, que al no poder soportar la decadencia (que podríamos compararla con la del imperio romano) no tiene otro remedio que destruir a sus creaciones.

Una vez más la función narrativa de lo sensorial funciona como jueza y ejecutora por parte de la divinidad para mostrarnos que lo que hará (o ya hizo, debido a que es una evocación) fue lo correcto.

Casi al terminar el cuento, los sentidos hacen una breve pausa respecto al fatal desenlace, ya que todo ha quedado reducido a escombros con la lluvia volviendo a la carga más fuerte que nunca; el agua fresca junto a la oscuridad del baño fúnebre (Lugones 219) lo refrescan y le devuelven junto con el vino envenenado la tranquilidad que otorga el silencio  momentáneo que es abruptamente interrumpida por “el huracán de fuego” (Lugones 220). Es en este momento final, donde la aparente muerte del protagonista toma forma a través del oído, la vista y el gusto: Oye el huracán, ve un reflejo de llamas, huele el tufo urinoso del cobre y se lleva el pomo a los labios, lanzándose a lo desconocido a una velocidad fatal, como la lluvia de cobre se impacta contra la tierra.

Es La lluvia de fuego un relato que demuestra la enorme capacidad de Lugones como cuentista, haciendo que las descripciones del narrador no sólo hagan que la historia sea una sucesión lógica de los hechos, sino que funcionen a manera de recurso que brinda al lector experiencia que hace recurrir constantemente el proceso imaginativo y sensorial.

[1] Las fuerzas extrañas se publica en 1906 y recoge doce relatos y un ensayo de cosmogonía escritos entre 1897 y 1898. Por su momento de composición y por las características temáticas y estéticas de los cuentos, el libro se inscribe en la producción del modernismo americano. Como tal, los relatos cuestionan un orden causal de percepción y razón para poder así fragmentar los supuestos de aprehensión del mundo sustentados en el principio lógico de lo real. La fragmentación supone, para el modernismo, un paso de desintegración necesaria para redescubrir la totalidad y alcanzar una pertenencia. Login Jrade, Cathy. Rubén Darío y la búsqueda romántica de la unidad. México: F.C.E., 1986.

[2] El cuento “La lluvia de fuego” de Leopoldo Lugones

[3] Miguel Gomes en Modernismo, cuerpo y fantasía: La narrativa de Leopoldo Lugones hace un breve apartado al cuento que se analiza aquí y hace una mención a la “negación de Dios” y a un “abandono sensorial” (91) cosa que se refutará a continuación.

[4] Helena Zbudilová hace mención de este aspecto en su artículo La narrativa fantástica de Leopoldo Lugones p.p. 144

[5] “Esa tarde y toda la noche fue horrendo el espectáculo de la ciudad. Quemada en sus domicilios, la gente huía despavorida, para arderse en las calles, en la campiña desolada; y la población agonizó bárbaramente, con ayes y clamores de una amplitud, de un horror, de una variedad estupendos. Nada hay tan sublime como la voz humana” La lluvia de Fuego p.p215

[6] Término tomado de Roberto M. Scari en Ciencia y ficción en los cuentos de Leopoldo Lugones, el cual se encuentra en la bibliografía al final del presente escrito, y donde el autor lo utiliza como mero efecto de terror; en este caso lo utilizamos no sólo como función narrativa, sino para reforzar la tesis de la importancia del efecto sensorial en La lluvia de fuego.

[7] Paula Speck en su artículo Las Fuerzas Extrañas, Leopoldo Lugones y las raíces de la literatura fantástica en el Río de la Plata, menciona este párrafo haciendo alusión nuestro objeto de estudio que son los sentidos, pero en referencia al placer y no como elemento conductor.

Bibliografía

Gomes, Miguel. «Modernismo, cuerpo y fantasía: La narrativa de Leopoldo Lugones.» Latin American Literary Review (2004): 79-99.

Lugones, Leopoldo. «La lluvia de fuego.» Otto y Alberto M. Vázquez (Ed., sel. y notas). La prosa modernista en Hispanoamerica. México: El Colibrí, 1971. 209-220.

Scari, Robert M. « «El cuento» La lluvia de fuego» de Leopoldo Lugones.».» Journal of Spanish Studies: Twentieth Century (1973): 113-121.

—. «Ciencia y ficción en los cuentos de Leopoldo Lugones.» Revista Iberoamericana ((1964).): 163-187.

Speck, Paula. «Las Fuerzas Extrañas, Leopoldo Lugones y las raíces de la literatura fantástica en el Río de la Plata.» Revista Iberoamericana (1976): 411-426.

Zbudilová, Helena. «La narrativa fantástica de Leopoldo Lugones.» Pensamiento y cultura (2007): 139-145.

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Complejidad Social (Derecho, Economía y Política) Filosofía y Educación Jacqueline Miranda De los Santos

Una radiografía del mexicano

Por Jacqueline Miranda De los Santos

Octavio Paz nació un 31 de marzo de 1914, premio nobel de literatura 1990. Su obra es extensa y excelsa, posee poemas, ensayos y traducciones. Es una de las figuras que nos proporciona una visión de México, tal cual es. En este artículo he decidido abordar su trabajo con la finalidad de analizar la radiografía del mexicano, que hoy en 2015, se encuentra sumergido en un sinfín  de problemas, muchos de ellos atribuidos a sus malos gobiernos, pero, ¿Qué tenemos por parte de nuestra sociedad?

El ultimo es un cuestionamiento que ha estado en mi mente los últimos meses, los problemas que tiene México en cuanto a la inseguridad se debe a muchas cuestiones que han sido estudiadas de sobremanera por diversas instituciones.  Yo mantengo la postura de que este conflicto debe ser analizado y solucionado íntegramente, deben atenderse muchos sectores en conjunto, las políticas públicas sectorizadas tienden a banalizarse y quedarse en el olvido. Pero hay un aspecto que casi no ha sido analizado, que hemos olvidado, me refiero a la sociedad. ¿Qué hay en el esquema del mexicano? Todo esto surge mientras impartía la clase de Derecho Administrativo, los alumnos duermen en la clase, no les importa. Y pienso, al calificar sus exámenes, ¿Ellos son quienes en unos años estarán al frente de un cargo público? La preocupación se hace más grande. El mexicano es apático pero se mueve en masa para exigir soluciones, como si se mimetizara para encontrar una identidad perdida.

El laberinto de la soledad

“A los pueblos en trance de crecimiento les ocurre algo parecido. Su ser se manifiesta como interrogación: ¿qué somos y cómo realizaremos eso que somos? Muchas veces las respuestas que damos a estas preguntas son desmentidas por la historia, acaso porque eso que llaman el «genio de los pueblos» sólo es un complejo de reacciones ante un estímulo dado; frente a circunstancias diversas, las respuestas pueden variar y con ellas el carácter nacional, que se pretendía inmutable. A pesar de la naturaleza casi siempre ilusoria de los ensayos de psicología nacional, me parece reveladora la insistencia con que en ciertos períodos los pueblos se vuelven sobre sí mismos y se interrogan. Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer.”

¿Qué es la sociedad mexicana? Y ¿Cómo realiza eso qué es? Yo creo que actualmente no sabe lo que en verdad es, mucho menos como materializar eso. El problema radica ahí, ¿Cómo materializas eso que puedes llegar a ser, si la estructura social no se lo permite a sí misma? No creo en aquellas frases en las que dicen que el Estado impone ciertas formas de ser a la sociedad, la sociedad es parte esencial del Estado, la premisa principal del argumento será destruida, las formas de ser las imponemos nosotros, finalmente las aceptamos. Ilógico para quien escribe, decir que, el sistema está mal. Después de todo el sistema no es del gobierno, es nuestro.

“VIEJO O ADOLESCENTE, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa. Plantado en su arisca soledad, espinoso y cortés a un tiempo, todo le sirve para defenderse: el silencio y la palabra, la cortesía y el desprecio, la ironía y la resignación. Tan celoso de su intimidad como de la ajena, ni siquiera se atreve a rozar con los ojos al vecino: una mirada puede desencadenar la cólera de esas almas cargadas de electricidad. Atraviesa la vida como desollado; todo puede herirle, palabras y sospecha de palabras. Su lenguaje está lleno de reticencias, de figuras y alusiones, de puntos suspensivos; en su silencio hay repliegues, matices, nubarrones, arco iris súbitos, amenazas indescifrables. Aun en la disputa prefiere la expresión velada a la injuria: «al buen entendedor pocas palabras». En suma, entre la realidad y su persona establece una muralla, no por invisible menos infranqueable, de impasibilidad y lejanía. El mexicano siempre está lejos, lejos del mundo, y de los demás. Lejos, también de sí mismo.”

Y escucho a mis alumnos indignarse por el mal gobierno, los veo incluso pegando letreros, convocando a juntas por los desaparecidos de Ayotzinapa. Y por un momento el silencio es erradicado, parece que algo más los motiva, parece que se acerca a su ser, a su esencia. Y al darse la vuelta, hacia sus casas. Pasan junto al indigente lo ignoran, les incomoda su presencia y su existencia. “Y yo por qué le voy a ayudar, yo no le dije que no estudiara…” se alejan y ellos que también son mexicanos, son los olvidados, los invisibles. Entonces alguna figura pública propone “eliminar” a los indigentes con una inyección letal[1]. Y es que Dalí tenía razón, ni sus cuadros son tan surrealistas como México y como el mexicano.

Los hijos de la chingada

“¿Quién es la Chingada? Ante todo, es la Madre. No una Madre de carne y hueso, sino una figura mítica. La Chingada es una de las representaciones mexicanas de la Maternidad, como la Llorona o la «sufrida madre mexicana» que festejamos el diez de mayo. La Chingada es la madre que ha sufrido, metafórica o realmente, la acción corrosiva e infamante implícita en el verbo que le da nombre.

(…)

Lo chingado es lo pasivo, lo inerte y abierto, por oposición a lo que chinga, que es activo, agresivo y cerrado. El chingón es el macho, el que abre. La chingada, la hembra, la pasividad, pura, inerme ante el exterior. La relación entre ambos es violenta, determinada por el poder cínico del primero y la impotencia de la otra. La idea de violación rige oscuramente todos los significados. La dialéctica de «lo cerrado» y «lo abierto» se cumple así con precisión casi feroz.

(…)

La palabra chingar, con todas estas múltiples significaciones, define gran parte de nuestra vida y califica nuestras relaciones con el resto de nuestros amigos y compatriotas. Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado. Es decir, de humillar, castigar y ofender. O a la inversa. Esta concepción de la vida social como combate engendra fatalmente la división de la sociedad en fuertes y débiles. Los fuertes —los chingones sin escrúpulos, duros e inexorables— se rodean de fidelidades ardientes e interesadas. El servilismo ante los poderosos —especialmente entre la casta de los «políticos», esto es, de los profesionales de los negocios públicos— es una de las deplorables consecuencias de esta situación. Otra, no menos degradante, es la adhesión a las personas y no a los principios. Con frecuencia nuestros políticos confunden los negocios públicos con los privados. No importa. Su riqueza o su influencia en la administración les permite sostener una mesnada que el pueblo llama, muy atinadamente, de «lambiscones» (de lamer).”

La palabra “chingar” es la favorita del mexicano, porque nosotros somos los chingones, pero más allá de eso, la preocupación radica, en que no solo pensamos eso, también creemos que debemos chingar antes que ser los pasivos de la historia. Ninguno quiere ceder, quién en su sano juicio quisiera ser el fracasado, el usado, el tapete, absolutamente nadie. El problema radica, en que chingar se ha vuelto algo que lastima a la sociedad, porque el hombre mexicano antes que verse debajo de alguien, tira al otro aunque eso implique que ninguno de los dos de un paso, porque simplemente tenemos miedo de ser traicionados, finalmente todos somos hijos de la Malinche, algo de ella hay en nosotros y ese temor no ha sido superado, porque siempre creemos que nos van a abandonar a traicionar.

“Nuestra historia como nación independiente contribuiría también a perpetuar y hacer más neta esta psicología servil, puesto que no hemos logrado suprimir la miseria popular ni las exasperantes diferencias sociales, a pesar de siglo y medio de luchas y experiencias constitucionales. El empleo de la violencia como recurso dialéctico, los abusos de autoridad de los poderosos —vicio que no ha desaparecido todavía— y finalmente el escepticismo y la resignación del pueblo, hoy más visibles que nunca debido a las sucesivas desilusiones post-revolucionarias, completarían esta explicación histórica”.

Samuel Ramos

Nació el 8 de junio de 1897 en Zitácuaro Michoacán. Su pensamiento es influido por la filosofía del español José Ortega y Gasset así como de Alfred Alder. Fue profesor de Problemas filosóficos en la Escuela Nacional Preparatoria.

Considere a Samuel Ramos con el otro pilar de este artículo que nos ayuda a entender la radiografía del mexicano y de su actual contexto. Me enfocare únicamente a su trabajo titulado “El perfil del hombre y la cultura en México”, hablare específicamente de un aspecto de este trabajo, “La imitación”.

“La opinión popular no ha sido justa al condenar a la cultura como culpable de muchos fracasos nacionales. Importa dilucidar claramente esta cuestión, porque también el desprecio de la cultura puede acarrear tan serias consecuencias como el desprecio de la realidad mexicana. Los fracasos de la cultura en nuestro país no han dependido  de una diferencia de ella misma, sino de un vicio en el sistema con que se ha aplicado. Tal sistema vicioso es la imitación que se ha practicado universalmente en México por más de un siglo.

Los mexicanos han imitado mucho tiempo, sin darse cuenta de que estaban imitando. Creían, de buena fe, estar incorporando la civilización al país. El mimetismo ha sido un fenómeno inconsistente, que descubre un carácter peculiar de la psicología mestiza. No es la vanidad de aparentar una cultura lo que ha determinado la imitación. A lo que se ha tendido inconsistentemente es a ocultar no solo de la mirada ajena, sino aun de la propia, la incultura. Para que algo tienda a imitarse, es preciso creer que vale la pena de ser imitado. Así que no se explicaría nuestro mimetismo si no hubiera cierta comprensión del valor de la cultura.”

El mimetismos del mexicano es impresionante, incluso en el mundo jurídico, nuestro máximo ordenamiento es ejemplo claro de la copia de aspiraciones de otros sistemas jurídicos, atendemos las realidades alternas, las hacemos nuestras, pareciera que nunca podemos ver la realidad, nuestros problemas son otros.

El mexicano imita las tendencias de otros, como vestir,  estudiar,  leer, incluso los motivos por los que debe sentir indignación. Solo necesita entrar a Twitter y ver cuáles son las tendencias para mimetizarse y ser parte del movimiento.

Samuel Ramos plasma que el mexicano no está acostumbrado a la crítica y eso es cierto, parece que para que algo sea agradable debe ser amable, pero vamos, a quien le gusta que le digan que todo en lo que cree y en lo que rige su actuar cotidiano está mal. Es un desajuste en toda la estructura del pensamiento. Lo que hasta ahora resulta funcional ya no lo es.

“La psicología del mexicano es resultante de las reacciones para ocultar un sentimiento de inferioridad. En el primer capítulo de este libro he explicado que tal propósito se logra falseando la representación del mundo externo, de manera de exaltar la consciencia que el mexicano tiene de su valor. Imita en su país las formas de civilización europea, para sentir que su valor es igual al del hombre europeo y formar dentro de sus ciudades un grupo privilegiado que se considera superior a todos aquellos mexicanos que viven fuera de la civilización. Pero el proceso de ficción no puede detenerse en las cosas exteriores, ni basta eso para restablecer el equilibrio psíquico que el sentimiento de inferioridad ha roto. Aquel proceso se aplica también al propio individuo, falseando la idea que tiene de sí mismo.”

Resulta realmente evidente que el hombre mexicano, sufre aún muchas condiciones que en sociedad son pare de algo que termina por ser caótico. El mexicano en su complejo de inferioridad hace todo por no ser “chingado” y a su vez hace todo por “chingar” porque simplemente el hombre está roto, está en falta y en carencia.

Y los 43 normalistas de Ayotzinapa, no los desapareció el Estado, lo hizo o lo hicieron otros mexicanos, que son parte de la nosotros, de una sociedad que no ha superado su inmenso temor. Somos una población ciega, sorda y muda. Que sabe poner el pie para que solo YO avance y, ese patrón individual y colectivo se repite en cada sector porque aún deseamos seguir siendo ese niño indefenso y asustado.

Esta es una situación analizada desde el siglo pasado, muchos acontecimientos históricos acompañaron a estos pensadores, y muchos seguirán sucediendo porque la sociedad mexicana está envuelta de un absurdo egoísmo, donde la otredad no existe, ni existirá. Y lamentablemente aún no hay forma de resolver eso, o al menos para mí, no es tan clara.

Referencia

[1] http://lasillarota.com/propone-regidora-de-tecamachalco-inyeccion-letal-a-indigentes#.ViEIQ3p_Oko

ILUSTRACIÓN DE JOSÉ QUINTERO