La pandemia trajo consigo muchas crisis y problemáticas a nivel mundial y le dio un giro al proceso de algunas otras, sin embargo, también sirvió para abrirnos los ojos a realidades que debíamos enfrentar. Una de estas fue evaluar la educación de calidad para todos.
Sin duda la educación fue uno de los campos más afectados en los diferentes niveles y grados. De un día a otro los maestros, padres, niños y jóvenes tenían que ingeniárselas para adoptar la modalidad virtual, usar plataformas y TICs para dar continuidad a la educación de una manera que pocos habían implementado antes.
La educación enfrentaba muchos desafíos que debían resolverse lo antes posible y esto llevó a buscar metodologías y estrategias para los procesos educativos, se sintió como el descubrimiento de que estábamos en una era digital. A la par nos mostró que la educación no puede ser igualitaria para todos mientras no se trabaje por los agentes externos.
La nueva realidad te exige habilidades como el buen uso y manejo de tecnologías de información y comunicación, conexión a internet, una buena televisión e incluso un aparato tecnológico con aplicaciones óptimas para poder comunicarte en clase y seguir aprendiendo.
Según la encuesta nacional de opinión sobre las TIC’S presentada por AGETIC en 2018, sólo un 42 % de la población cuenta con una computadora y un 10 % con Internet fijo; por otro lado, los números son mucho menores si hablamos de poblaciones rurales, donde sólo el 18 % cuenta con una computadora y el 3 %
con internet fijo. Esto se traduce en brechas digitales enormes que se necesitan subsanar.
La educación debería estar a disposición de todos siendo realmente universal y equitativa pese a cualquier condición. Esta realidad era omitida por una gran parte de la sociedad, actualmente y sin la crisis de la pandemia ya había una gran cantidad de niños y jóvenes que no tenían la oportunidad de formarse.
Por ello, tenemos un reto enorme donde debemos buscar concientizar a la población acerca de esta y otras problemáticas. Que todos sean parte del cambio y no solo busquen soluciones cuando les toca vivir el problema. Con ello, podemos montar estrategias desde nuestros lugares y ayudar a que la educación continúe. Si hay algo bueno de esta crisis es que la educación ya no es convencional y todos podemos ser mentores de áreas que nos gustan o en las que tenemos experiencia; también podemos ampliar y buscar conocimiento a parte del establecido, nutrirnos con la modalidad virtual y las experiencias de la misma para crear un efecto multiplicador en nuestra sociedad.
Así que todos deberíamos comprometernos a ser ciudadanos activos y a trabajar por el bien común a favor de los menos privilegiados y tratar de lograr la igualdad de oportunidades en los distintos niveles de educación para lograr un bien común en torno al ODS 4 y así fomentar un trabajo conjunto con los demás ODS.
El lunes pasado mientras salía a prisa porque como cada mañana era tarde, di unos pasos a modo de trote cuando olvide brincar la reja que llevaba semanas ahí, la gravedad hizo lo propio, y las rodillas terminaron raspadas. El hecho sin duda me disgustó y culpe a la reja, a la persona que la puso ahí. Así varios días después llegué a la reflexión que la torpeza es mía.
Comiendo algunos días después una hamburguesa en un restaurante conocido, unos niños entraron vendiendo mazapán, su rostro estaba cansado y su ropa algo vieja, toda la gente decía que no y otros fingían no verlos. Unos minutos después un niño de 3 años se acercó, su mamá le dijo que en el auto le daría sus papas, mire de reojo, su ropa y su contexto es tan diferente y sí, privilegiado, aunque nos retumbe y canse la palabra.
Hace unas semanas la noticia de que un niño en México[1] que había disparado un arma matando a su maestra, e hiriendo a compañeros, y después se suicidara conmocionó a nuestro país, la primera reacción de medios y autoridades fue culpar a los videojuegos. Las opiniones corrieron como ríos feroces, la razón es que si bien hay juegos violentos y que no son aptos para ciertas edades, México también es un país sumamente violento cuya seguridad pública aún es una asignatura pendiente.
Sí, la educación empieza en casa, de eso no hay duda, pero, ¿qué hay afuera? La respuesta es violencia, México es el país que sin estar en guerra tiene tantos homicidios parece estarlo. En la primer quincena de 2020[2] ya se habían cometido al menos 200 asesinatos en todo el país. Rebobinemos el tiempo y vayamos a otro caso, Edgar Jiménez Lugo[3] fue un niño de 11 años que se volvió sicario, aprendió a matar por dinero porque no había otro panorama, esto sucedió en 2010, ¿en qué realidad vivimos? En una donde el mejor escenario inclusivo es pertenecer al narco, una donde en el mismo espacio de comida se comparten dos realidades un niño feliz de comer papas fritas y niños que deben vender para subsistir y que en realidad son invisibilizados por las mismas personas que se sienten incómodos con su presencia.
En unos meses una norma (inútil) será emitida y los que resultan ser fanáticos del derecho pensarán que la gran labor está realizada. «Tenemos un artículo, una ley, que disminuye las condiciones de marginación de los niños de la calle». Orgullosos creerán que el derecho ha mejorado la vida de ellos porque ya los toma en cuenta, es probable que la mayoría de ellos no conozca durante toda su infancia esas normas que los benefician y mucho menos puedan acercarse a una persona que les ayude a luchar por esos derechos plasmados para ellos; por otra parte habrán políticas públicas que hablen de modificar la realidad, de programas sociales que los ayuden, el problema es la percepción de la realidad social y el entendimiento de que en 10 años nada se ha logrado.
¿Cómo construir desde la realidad que no se quiere ver?
No creo que la sociedad necesite engrosar el derecho, no necesitamos más mochila segura, y programas que no van a la raíz, es necesario comprender que la realidad que algunos percibimos es limitada por nuestro contexto y sobre todo por nuestras creencias, que no podemos entender tan fácil el sufrimiento del niño de 10 años que debe hacer frente a su condición de desigualdad, porque sencillamente somos observadores y necesitamos ver el problema desde su posición, únicamente trabajando con ellos es como podremos construir y atar puentes hacia una realidad más certera. Las verdades absolutas no son poseídas por los senadores ni los diputados, ni los gobernadores; si ellos no están en contacto y cara a cara con el problema, alejados sólo perciben una realidad esquizofrénica.
El segundo punto deberá llevar a la comprensión de que el derecho no es un modelo justo, contiene elementos dentro de su núcleo que lo llevan a no evolucionar a la par de la actual condición social convirtiéndolo en ocasiones en sólo un modelo operacional o un juego donde sólo las personas con privilegios pueden jugar con él.
Por ejemplo, si bien es importante saber el contexto de Luis Ángel, también es cierto que hurgar en lo más oscuro de su familia para que el Estado se deslinde de la realidad que vivimos es una falla. Sí, la familia es el núcleo, pero las acciones del Estado (de sexenios anteriores) han abierto y mostrado a la sociedad que la violencia es un mecanismo vigente, no se puede culpar a la cerca por el descuido de andar distraído. La siguiente caída podría ser peor y quizás no haya videojuegos o familiares con antecedentes que culpar, porque en esa misma línea también está el caso de Edgar o los miles de niños de la calle y en la calle, aquellos que la gente prefiere no mirar y que a veces el Estado parece olvidar.
Sin embargo, esto no es más que una reflexión que puede ayudar (si así lo queremos) a ver cosas que a veces son difíciles de asumir, parte de la realidad es que tenemos una sociedad con un tejido descompuesto y la segunda verdad es que el derecho no podrá como herramienta única arreglar todo lo que hoy estamos viviendo.
[1] Yañez Brenda, El menor que disparó en Torreón “es un hijo de la guerra”, Expansión Política. 15/01/2020, consultado en:
El tema de la violencia en México es
uno ya hablado, conocido y mediatizado, por lo que toda la población es
consciente de ella ya sea por experiencias directas o indirectas. En la radio,
la televisión y las redes sociales constantemente nos bombardean con cifras de
muertos, detenciones de homicidas, feminicidios y un gran sin número de casos
que llaman la atención de los medios de comunicación. Sin embargo, a pesar de
vivir constantemente con tan triste y vergonzosa realidad social, con
frecuencia, se evita hablar de uno de los problemas que genera una sociedad con
mayor tendencia a enfermedades mentales, y por ende, mayor tendencia a
delinquir: la violencia sexual intrafamiliar que sufren los niños, perpetrada
por su padre, madre, hermano, tío o primo.
Al llevar a cabo esta investigación,
me topé, para mi sorpresa, con una gran variedad de autores y bibliografía que
han abordado el tema desde distintos puntos de análisis como el psicológico, el
antropológico-sociológico, penal, forense y científico, así como varias
estadísticas y encuestas que realizan organizaciones mundiales como el Fondo de
Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por sus siglas en inglés) o el
Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, que demuestran la
información del promedio de personas que en su infancia fueron víctimas de
algún tipo de violencia sexual.
Ante la información expuesta y
recabada, comprendí que la aberración que se comete contra un ser desde su más
temprana edad es motivo de vergüenza, silencio y dolor; por lo que muchas
personas deciden callar al respecto, al sentirse impotentes, conmocionados y
sorprendidos. Al ser la perpetración de estos actos un tema de gran
envergadura, decidí orientar la investigación en un sentido sociológico y
psicológico, escribiendo así éste artículo en dos partes: la primera parte
abordará la psicología del victimario, para poder entender quiénes son las
personas dentro del círculo familiar que en promedio son los violentadores
sexuales, por qué vulneran la integridad del menor y cómo detectar sus patrones
de violencia; en la segunda parte, por otro lado, se orientará la investigación
a la psicología del infante, la detección de algún ataque sexual, formas de
prevención y consecuencias a corto, mediano y largo plazo por no recibir
atención psiquiátrica o psicológica para restaurar su integridad, paz e
identidad.
Comencemos por definir qué es la
violencia. Según el Diccionario de Psicología de Umberto Galimberti[1] la
violencia se define como: “una figura de la agresividad que se registra en
verdaderas o presuntas injusticias sufridas, como intención de realizar la
propia personalidad, o como incapacidad de pasar del principio del placer al
principio de la realidad, con la consiguiente intolerancia a la frustración”;
para el Diccionario de Trabajo Social de Ander-Egg Ezequiel[2],
la palabra violencia significa: “empleo de la fuerza para alcanzar un objeto.
Coacción a fin de que se haga lo que uno quiere”, y para el Diccionario de
Antropología de Barfield Thomas[3], la
palabra violencia se refiere “al uso intencionado de la fuerza para causar daño
corporal. También hace referencia a la totalidad de actos de esta naturaleza en
el seno de una colectividad social o una situación en la que prevalecen”.
En conclusión, podemos obtener que la
violencia es un acto de poder ejercido por una persona o por un conjunto de
personas poderosas que cometerán un acto de dominación, sumisión y aniquilación
contra una persona o grupo de personas desprovistos de capacidad para
defenderse.
En el caso de la violencia sexual
infantil intrafamiliar, la dinámica de poder se ve representada y ejercida en
cualquier figura social cercana al menor de edad que tenga el respaldo de la
mayoría, de su edad, fuerza y aceptación en el entorno familiar para aplacar la
defensa de la víctima y pasar desapercibido en la comisión de su agresión
sexual.
Según el Panorama Estadístico de la
Violencia Contra Niños, Niñas y Adolescentes en México, 2019, publicado por la
UNICEF , la violencia sexual intrafamiliar
contra los menores de edad es cometida, en la mayoría de las ocasiones,
por el padre, la madre, el padrastro o madrastra, el abuelo, el hermano, el tío
o cualquier otro familiar, y comúnmente involucra actos como la explotación o
esclavización sexual, la exposición a la pornografía, voyerismo y al
exhibicionismo; y la incitación o coacción para tener contacto sexual, ilegal o
perjudicial.
Es importante recalcar que la
violencia sexual intrafamiliar se ve beneficiada y legitimada por otros tipos
de violencia, como lo son la violencia física y la emocional, pues es común que
previo al acto de agresión se lleven a cabo conductas de violencia física que
involucran golpes, forcejeos, jaloneos, pellizcos, manotazos o patadas para
someter a la víctima.
Ahora bien, ¿quiénes son las personas que pueden realizar actos de agresión sexual contra un menor de edad del cual son parientes cercanos? De acuerdo a la investigación realizada por psicólogos y pedagogos, se ha descubierto que alrededor del 90 % de los niños son abusados por hombres, mientras que entre un 5 % y 20 % de los niños son abusados por mujeres. A continuación una gráfica de la Consulta Infantil y Juvenil del 2018[4], muestra la cantidad de niños y niñas que habían reportado haber sido víctimas de violencia en la Ciudad de México.
Niños entre 6-9 años que manifestaron haber sido víctimas de algún tipo de violencia, según el informe de la Consulta Infantil Juvenil elaborada por el Instituto Nacional Electoral 2018
Contrario a lo que se pensaría, los
perpetradores de agresión sexual pueden ser también menores de edad que formen
parte del entorno familiar del menor. Hay estadísticas e investigaciones de
trabajo social que demuestran que los adolescentes comúnmente se ven
involucrados en delitos sexuales. De acuerdo a un artículo publicado por Félix
López Sánchez para la Universidad de Salamanca, más del 50 % de agresores
cometieron su primera agresión sexual antes de los dieciséis años.[5] Las
agresiones sexuales por parte de menores contra menores tienen varias causas
que ya han sido estudiadas e identificadas para su prevención: en la etapa de
la infancia, entre los 6 a los 10 años, es común que los infantes realicen
juegos en los cuales hacen alusión a actividades humanas en los cuales también
reconocen y admiten su sexualidad, como los juegos de mamá y papá y el doctor y el
paciente. Si bien estos juegos contribuyen a que el menor se familiarice
con la sexualidad inherente al ser humano, a menudo pueden ocurrir altercados
de caricias, besos y tocamientos inadecuados entre los participantes del juego
porque no son capaces de dimensionar la trascendencia del juego sexual
relacionado con una relación incestuosa.
Posteriormente, al crecer, en la
etapa de la adolescencia, caracterizada por la edad en que las pulsiones
sexuales tienen su auge y mayor desarrollo, los adolescentes suelen incrementar
su curiosidad sexual, y dan pasos en el descubrimiento completo de su sexualidad,
realizando actos masturbatorios o siendo espectadores de pornografía. Aquí es
cuando lo aconsejable es establecer límites conductuales, pues actividades
inclinadas al ocio (como el consumo de alcohol o estupefacientes), el
desconocimiento de los efectos de consumir pornografía sin límites o la falta
de valores éticos que permiten empatía en su entorno pueden propiciar que el
adolescente descargue sus conductas sexuales en otros adolescentes (en su
mayoría mujeres) o en otros niños.
Ante esto, cabe recalcar que las
conductas sexuales dominantes se ven legitimadas y dotadas de poder por el
machismo que impera en la sociedad y en la familia donde se desenvuelve el
adolescente.
El Dr. Scott Allen Johnson, autor de Physical Abusers and Sexual Offenders:
Forensic and Clinical Strategies[6]
ha descubierto a través de años de entrevistas a ofensores sexuales que
comparten ciertas características, como las siguientes:
Demuestran poca facilidad para resolver problemas.
Pueden tener relaciones dependientes e intensas con
sus víctimas.
Demuestran ser celosos o posesivos.
Suelen perder fácilmente la calma, generalmente
exagerando.
Son impulsivos.
Demuestran ser violentos con animales.
Experimenta dificultades para mostrar sus emociones
(que no sean ira, hostilidad, celosía).
Pueden consumir drogas como el alcohol y sustancias
psicotrópicas.
Responder a la pregunta ¿Por qué las personas violentan sexualmente? nos lleva a varios puntos de análisis y conclusiones. Se sabe que muchos de los agresores sexuales adultos han sido víctimas de agresión sexual en edades tempranas, y que por lo tanto crean un patrón conductual normalizado de dominación, para, al repetir las conductas agresivas puedan sentir que recuperan el poder que a ellos les fue quitado al momento de ser víctimas; o bien, derivado de las agresiones sexuales desarrollan una parafilia. En el caso de los menores de edad, pueden realizar agresiones sexuales por las siguientes razones:
Falta de
empatía y de solidez en sus relaciones sociales próximas. La empatía es
enseñada desde el seno familiar, por lo que a menudo en estos casos hay una
falta de enseñanza de valores éticos respecto a la percepción del yo en
sociedad.
Experiencias
de observación de actividad sexual en los adultos que mermen una visión
explicada acerca del consentimiento y responsabilidad sexual.
Haber sido
agredidos sexualmente con anterioridad por personas extrañas a su entorno
familiar o sus propios padres biológicos.
Repetir la
violencia que observan en casa.
También se conocen diferentes modelos
de operación por parte del agresor sexual, que han sido estudiados por los
especialistas, siendo el más aceptado el que se explica a continuación: [7]
El
agresor tiene un incentivo para cometer el abuso, derivado de la
repetición transgeneracional de la conducta violenta; un factor
psicopático en la personalidad, la falta de control de impulsos o bien por
ser un pedófilo exclusivo.
La
capacidad del agresor de superar sus propios miedos e inhibiciones. Es
aquí donde juegan un papel clave las adicciones, la psicosis o la falta de
represión del incesto en la familia.
La
capacidad del violentador sexual de aprovecharse de la falta de protección
al menor de edad. Se aprovecha de la ausencia de los padres, de la falta
de vigilancia, del tiempo que el niño pasa solo e incluso de la confianza
que los padres tengan puesta en el sujeto si pertenece a la familia.
Consecuencias
psicológicas del abuso sexual. Las consecuencias pueden presentarse a
corto, mediano y largo plazo.
La composición de la familia y su
correlación con los abusos sexuales y violaciones perpetrados contra el niño o
la niña también forma un rol importante. Se sabe por la alta incidencia de
violencia sexual intrafamiliar que las familias reconfiguradas posterior a la
muerte de uno de los padres, el divorcio o el abandono, tienen un doble de
posibilidades de presentar casos de abuso o violación incestuosos, pues los
lazos de filiación y afectivos se ablandan con el proceso de separación.
El silencio es un enemigo que el
infante no reconoce en la perpetuación de estos actos, pues es una forma de
poder que ejerce el familiar abusador. Este tipo de control sobre el menor es
muy común en las familias que construyen una imagen pública impecable a
sabiendas de la violencia que se realiza dentro de ella, pues prefieren hacer
callar a los integrantes de la familia, ante el temor de que lo oculto sea
revelado, es decir, temen al rechazo social.
Cambiando ahora de figura de enfoque,
nos centraremos en el menor de edad como víctima de violencia sexual
intrafamiliar. Según el más reciente informe de la Organización para la
Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), en el 2019 se dio a México el primer
lugar en abuso sexual infantil con 5.4 millones de casos por año.[8]
La palabra incesto proviene de la raíz indoeuropea kes-cortar, y el sufijo kas-tro
significa cortar, y castrar. Las autoras Podesta y Rovea
sostienen que el incesto es:
aquella forma de abuso sexual infantil, referida en el contexto de la propia familia, sobre la cual pesa la interdicción legal y cultural para su realización, donde el abusador puede ser el padre, la madre, hermano, abuelo, tíos, padrastros o familiares cercanos a la víctima.[9]
De igual forma, señala la autora Diana
Guadalupe en su Tesis Secuelas
psicosociales en la vida adulta de una mujer ante el abuso sexual infantil
incestuoso, que “el involucramiento de vínculos consanguíneos,
psicoemocionales o no entre el generador
y el receptor, suele no haber violencia física en la comisión del acto
incestuoso, pues muchas veces se genera un depósito de confianza y protección
del menor hacia el adulto agresor, por lo que podría aceptar la dinámica sexual
y reafirmar sus vínculos emocionales con el adulto agresor”.[10]
Se puede argumentar que el incesto es
una práctica tabú que será aceptada o rechazada por la sociedad de acuerdo a su
construcción cultural, dentro de la cual se verán involucrados factores como
mitos, religión, cultos, roles de género, conjunto de creencias, relaciones
económicas, etc. Sin embargo, es una realidad que la vasta mayoría de
civilizaciones estudiadas por antropólogos, han determinado que el incesto debe
ser evitado y sancionado para procurar la preservación de la cultura, de la paz
entre familias y la claridad de las funciones sociales de cada individuo. Por
lo anterior, el incesto puede ser catalogado como aquella actividad que
contribuye a la confusión de dinámicas sociales, puesto que por medio de éste,
hay una amplia libertad para que los individuos que cometen incesto tomen
cualquier figura emocional y biológica respecto al otro (el hermano es
pareja y padre a la vez de la hermana,
por ejemplo).
No se ahondará en la presente
investigación sobre las consideraciones psicoanalíticas del incesto, pero es
necesario explorar el tema desde el trabajo social. Se han identificado a
diversos tipos de familias incestuosas, entre las cuales puede haber o no
violencia sexual, repetición generacional, legitimación y permisividad del acto
incestuoso. Por lo general, en éste tipo de familias incestuosas, hay una gran
carga de culpabilidad depositada sobre el menor de edad, se le señala como el
causante de la agresión y no hay intervención alguna, la mayoría de las veces,
por parte de la madre.
En todas las familias con
comportamientos incestuosos, hay secretos, aislamiento y omisión de atención y
cuidado hacia el menor.
Lo que es una realidad es que cuando
el abuso es perpetrado por un familiar, las consecuencias anímicas en el menor
son mucho más devastadoras y prolongadas. Esto se debe a que en el menor hay
una gran confusión y represión en cuanto a sus emociones, por el doble vínculo
que genera con su agresor: por una parte, la confianza, por otro lado, la
certidumbre de que ha sido utilizado sexualmente.
Los autores señalan como síntomas de
abuso sexual incestuoso los siguientes:[11]
Signos
de abuso físico
Signos
comportamentales
Indicadores
de índole sexual
Dolor, golpes, quemaduras,
heridas en zona genital y anal.
Pérdida del apetito.
Negación a temas de índole
sexual.
Ropa interior rasgada.
Miedo a estar solo.
Confusión sobre orientación
sexual.
Semen en la boca.
Pesadillas.
Conductas precoces y
conocimientos sexuales profundizados para su edad.
Partes del cuerpo con
irritación.
Dificultad para sentarse.
Miedo exagerado a la
oscuridad.
Seducción, especialmente en
niñas.
Dolor en cérvix o vulva.
Desgano general, falta de
motivación para actividades deportivas y sociales.
Realización de actos
masturbatorios constantes.
Enfermedades de transmisión
sexual.
Aislamiento y rechazo de las
relaciones sociales.
Rechazo de muestras
afectivas físicas, como caricias o abrazos.
Conductas regresivas como
chuparse el dedo.
Repetición de violencia
sexual hacia otros menores.
Es importante la temprana
canalización del menor violentado para evitar las consecuencias a largo plazo,
que involucran depresión, ansiedad, problemas de autoestima, trastornos de
sueño, deserción escolar, embarazo adolescente, prostitución, disfunciones
sexuales, etc.
Siendo tal el panorama, no queda más
que poner atención a los hijos, ya sean nuestros o ajenos. En el caso de los
formadores o educadores, se deben crear programas para reconocimiento de
víctimas de abuso sexual y violaciones, para proceder a una investigación,
donde también se entable una conversación directa con los padres para generar
un estado de alerta en la familia. Esta función también debe corresponder a los
doctores, psicólogos y trabajadores sociales.
Por otra parte, si nos encontramos en
una esfera de amigo, hermano o vecino, las acciones correspondientes serían,
antes que nada, orientar a la persona víctima a algún servicio de atención
psicológica y hacerles saber que tienen oportunidad de sanar, que pueden
recuperar su poder y autoestima, así como hacerles saber que son acompañados en
el proceso de sanación.
[1] Galimberti, Umberto. Diccionario de Psicología ,ed. 2002, México, Siglo Veintiuno Editores, 1992.
[2] Ander-Egg, Ezequiel, Diccionario de Trabajo Social, 1986, Bogotá, Colombia, Ed. Colombia
Ldta.
[6] Johnson Allen, Scott. Physical Abusers and Sexual Offenders: Forensic and Clinical
Strategies. 2007, United States of America, Taylor and Francis Group,p.81.
[7] Villanueva, I. (2013). El abuso sexual infantil:
Perfil del abusador, la familia, el niño víctima y consecuencias psíquicas del
abuso. En Psicogente,16(30), 451-470.
[8] Senado de la República. (24 de agosto del 2019).
México, primer lugar en abuso sexual infantil. Boletín informativo. N.2136. Recuperado el 27/10/2019 de:
[9] Podesta y Rovea (2003) citadas por Guadalupe Lourdes, Diana. (2013). Secuelas psicosociales en la vida adulta de una mujer ante el abuso sexual infantil incestuoso. Una historia de vida. Ciudad de México, México, UNAM. Recuperado el 27/10/2019 de:
En el transcurso de dos semanas estuve
investigando acerca del tema, consultando opiniones para poder tener un
argumento amplio de lo que tratará el contenido de este artículo. Hablar acerca
de esto es complicado, debido a que en esta ocasión no será alguien
especializado en el tema quien lo redacte. Mi intención no se enfoca en
quitarle valor a lo ya investigado, ya que estoy basándome justo en esa
información para elaborar esta columna.
Es importante enfatizar esta parte, debido a que
el enfoque que se presentará en este artículo será diverso, poniendo en duda si
los factores ya conocidos siguen siendo los correctos o los especialistas en el
tema deberán actualizarse e incursionar en nuevas investigaciones, para así
generar un conocimiento amplio del mismo, con el que puedan apoyarse y resolver
situaciones las generaciones que vienen, debido a lo alarmante y preocupante
que es este tipo de trastorno en la edad temprana.
Las investigaciones que actualmente se presentan
son bastante ambiguas y poco actualizadas, siendo los últimos casos fechados
hasta el 2016. Actualmente existen diversos factores que pueden influir para
desencadenar depresión, desde problemas familiares como padres desinteresados
en el cuidado, madres que se enfocan únicamente en el marido, padres
alcohólicos, acoso físico o psicológico mejor denominado bullying, así como las mismas inseguridades que esto provoque.
En la actualidad la globalización así como el
avance y uso desmedido de la tecnología, las redes sociales, videojuegos, entre
otros, condicionan una forma publicitaria de vivir, eliminando la personalidad
propia y donde lo único que hacen es demostrar cuántos viajes han tenido, que
hacen el día a día, a donde y que alimentos ingieren; en pocas palabras la gran
vida activa que tienen.
Este nuevo
estilo de vida, es el que puede llegar a generar las nuevas formas de síntomas
de depresión. Estas personas que hacen sus directos por medio de las redes
sociales donde lo único que buscan es atención, que alguien los mire, los
escuche, no están más que inconscientemente demostrando una forma de depresión
leve, ya no es el mismo síntoma típico de aislamiento, si no el buscar nuevas
formas de poder expresar esa depresión.
Durante las investigaciones realizadas me pude
percatar que la mayoría de los psiquiatras se basan en una depresión que llaman
genética, sin embargo, pude percibir que es el entorno donde se desenvuelven
las causas, principalmente en niños y niñas que van desde los 2 a 3 años de
edad, quienes imitan todo lo que ven a su alrededor, por consiguiente es lógico
que con ambientes así estos niños o niñas puedan desarrollar síntomas de
depresión sin necesidad de tener algún antecedente depresivo dentro de su
entorno familiar.
La mente de los niños es extraordinaria, solo
están actuando las acciones que están presenciando, la depresión aprovecha la
ocasión y se presenta por la falta de atención que se les debe brindar.
Se cree que por ser niños, niñas o adolescentes
y presentar sentimientos inocentes no pueden padecer este trastorno, sin
embargo, en esta edad se debe estar más
al pendiente, ya que en este lapso se crean traumas que los pueden acompañar
gran parte de su vida, fobias que en el momento no se explican porque las
presentan, debido a que inconscientemente se reflejan; por otra parte está una
cara de la moneda diversa en la que se entra en una controversia debido a que
encontramos a padres que sí podrán estar atentos de lo que hacen y les brindan
todo lo posible, pero en ocasiones éstos sólo están llenando huecos de su
infancia en la que fueron reprimidos o no pudieron lograr ciertas metas,
haciendo que su sucesores practiquen aquello que ellos anhelaron y no pudieron
cumplir, es bien dicho que si obligas a alguien hacer algo que no le gusta
tendrá consecuencias e inclusive llegar a este trastorno depresivo como
consecuencia siendo así un tema complejo y en ocasiones confuso, sabemos los
trastornos no distinguen estatus social, no discriminan, no tienen preferencia
por nadie simplemente se presentan.
Pasando al segundo punto de la investigación, me
percaté que algunos psiquiatras, mencionan que este trastorno podría ser
pasajero o le dan un límite de duración de seis meses para que se pueda
solucionar dicho padecimiento, pienso que el estipular el tiempo exacto en el
que un trastorno así puede terminar es equívoco, debido a que en ocasiones lo
único que hacen es reprimir dichos sucesos, no niego que pueda ser controlado,
pero dar una solución dudo que se pueda hacer.
Llama mi atención la parte de la medicación, la
cual sé que será muy debatida debido a que los psiquiatras defienden
enérgicamente su postura, insisto mi intención es solo dar sugerencias y abrir
el tema, jamás denigrar el trabajo que conlleva años de investigaciones y
estudios.
Desde mi punto de vista es importante prevenir
la adicción en niños, niñas y adolescentes, independientemente que los
medicamentos sean controlados ya que en ocasiones al ver una mejora solo
estamos presenciando dependencia de un fármaco, que al final de todo son inhibidores
del sistema nervioso, efecto que hace el ingerir bebidas alcohólicas o
estupefacientes no autorizados.
En la mayoría de los casos se cree que por ser
controlado será menos probable que el paciente desarrolle una adicción, lo cual
no es así, ya que el cuerpo puede
terminar dependiendo químicamente de dicha sustancia, el paciente podría
justificarse volviéndose además hábil e ingenioso aclarando que ya es una
persona que depende del fármaco para sentir la mejoría, y es en este punto
donde entra la siguiente interrogativa: ¿el psiquiatra debe saber cuándo está
curado su paciente? la respuesta es sí, es correcto, ya que llevan un historial
con el que se apoyan para ver su evolución e identificar en que momento debe
ser dado de alta al paciente.
¿Qué sucede si en determinado momento se le
retira el fármaco al paciente siendo ya dependiente del mismo?
inconscientemente hay dos opciones: la primera el volverse adictos a un
estupefaciente no autorizado, y/o el retorno de la depresión, que puede aparecer
en cualquier etapa. La segunda, controlar sus inquietudes por medio de un
fármaco, es una forma de limitar sus capacidades debido a que se encuentran en
una etapa de evolución del desarrollo, como pueden ser las funciones
psicomotoras esto puede llegar a tener repercusiones hasta la edad adulta, como
miedos que se presentan porque no los dejaron desarrollarse libremente por dar
un ejemplo.
Son los derechos humanos los que no deben
permitir que se desarrolle la depresión en niños, niñas y adolescentes (razón
por la cual me interesó el escribir sobre este tema), porque muchas veces
dejamos a un lado esta parte y no valoramos los derechos que se tienen dentro
de este trastorno.
Me percaté que la importancia del derecho a la
protección de la salud y a la seguridad social que tienen los niños, niñas y
adolescentes están siendo violentados, ya que no están gozando un alto nivel de
salud desde el momento de padecer este trastorno, su derecho de participación
también es violado debido a que no se les permite expresar libremente opiniones
dentro del hogar.
Ellos tienen el derecho a vivir en condiciones
de bienestar con un sano desarrollo integral, sin embargo solo nos enfocamos a
tratar el trastorno y solamente eso, nos enfrascamos totalmente en la parte
clínica dejando de lado todo este procedimiento que si se podría incluir, donde
no solo los psiquiatras estarían involucrados como comúnmente se acostumbra, se
deberá brindar asesoría completa e investigar profundamente el origen de la
misma, no niego el considerar que las sesiones privadas con un psiquiatra sean
difíciles y que el involucrar a terceros se tornaría aún más complicado, sin
embargo, sería de mucha utilidad el no contar solo con estudios psiquiátricos
sino ya involucrar a una trabajadora social para que pueda ver el entorno
social en el que se desenvuelve, el cual sería quizá el principal factor de su
padecimiento.
Una de las complicaciones peligrosas de la
depresión es la fase del suicidio por lo que es algo que se busca evitar;
trabajar conjuntamente psiquiatras y
trabajadores sociales
compartiendo puntos de vista e ideas de la información que se ha
recabado para poder llegar a conclusiones y evitar un tratamiento de terapias
infinitas de fármacos sería un gran logro.
No es mi intención quitar fuentes de trabajo,
todo lo contrario, reconozco además que podría ser algo tardado pero seamos
sinceros ¿qué es lo preocupante perder tiempo o perder a un hijo? no es una
elección fácil ni una noticia blanda pero seamos conscientes de lo que queremos.
Si vemos un enfoque diferente no solo
considerando el aspecto clínico sino también el social otro síntoma de la
depresión podrían ser las formas delictivas, por lo que en la actualidad
encontramos adolescentes en demasía violando leyes, donde el vandalismo es la
manera de llamar la atención, bajo esta tesitura las conductas antisociales que
se cometen pudiesen ser provocadas por dicho trastorno, se tendría que trabajar
bastante para poder generar un estímulo-respuesta de dichas actitudes.
Comentaba al principio del texto que los
síntomas de la depresión pudiesen haber evolucionado, y aún no nos hemos
percatado de esto, es por eso que la criminología intenta ser meticulosa y al
ser una materia multidisciplinaria, en todos los aspectos, el fin es prevenir,y
si un trastorno como el que se analiza en este momento pudiese ser un factor de
que la delincuencia en adolescentes esté en aumento, se tendría que cuestionar
y trabajar desde lo simple, no es una labor sencilla lo reconozco, pero ese es
la actividad principal del criminólogo para esto se desarrolla la materia, y es
por eso que el campo laboral es amplio; desafortunadamente en México o mejor
dicho los habitantes mexicanos no tienden a ser independistas y prefieren dejar de lado todas estas oportunidades,
para que quiero personal si existen los psicólogos o psiquiatras sinceramente,
se puede esperar bastante de una cosa insignificante, la sociedad cambia y de
todo hay que esperar lo inesperado.
Tristemente es difícil poder generar alguna forma de prevención en este momento para que el trastorno no se desarrolle; me estaría contradiciendo, debido a que no podemos cohibir las necesidades que tengan las niñas, niños y adolescentes, sí se puede generar programas para identificar si se están presentando los síntomas y poder acudir a solicitar alguna ayuda inmediatamente, y no solamente dirigido a los padres o tutores si no generalizándolo y que sea entendible para las niñas, niños y adolescentes que pudiesen estar pasando por un episodio de depresión y puedan acudir a centros de ayuda o directamente a valer sus derechos logrando así que se les pueda brindar el asesoramiento y los tratamientos correctos.
[1] Estudiante de criminología de la Facultad de Estudios Profesionales y Posgrados en la Ciudad de México.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (en adelante la Corte),
resolvió el amparo en revisión 644/2016, respecto del derecho de niñas y niños
a una relación materna digna y adecuada en un contexto de reclusión.
Antecedentes del caso. El 16 de octubre de 2006, dos personas contrajeron matrimonio dentro del
Centro de Reinserción Social de la Ciudad de Puebla (en adelante el Centro de
Reinserción Social), donde se encuentran compurgando una pena de 50 años de
prisión desde el año 2001, por la comisión de los delitos secuestro, homicidio
y robo.
El 18 de junio de 2011, tuvieron una niña, quien
vive con su madre dentro del Centro de Reinserción Social; desde agosto de
2014, después de cumplir los 3 años de edad fue inscrita por su abuelo en un
kínder cercano a su casa, con la finalidad de que pudiera iniciar sus estudios.
Por tanto, la niña comenzó a salir del centro de reclusión los domingos de cada
semana, regresando los días jueves para reunirse nuevamente con su madre.
El 27 de agosto del año 2014, el Director del Centro de Reinserción Social le informó a la madre de manera verbal que su hija había cumplido 3 años de edad y de acuerdo con el artículo 32 del Reglamento de los Centros de Reinserción Social para el Estado de Puebla, existía un impedimento para que la niña permaneciera a su lado dentro del lugar, en consecuencia, negó su acceso al Centro.
En atención a lo anterior, la madre por propio derecho y en
representación de su hija solicitó el amparo el 28 de agosto de 2014.
Tesis central. La Corte determinó que el interés superior de la niñez debe prevalecer
en cualquier contienda judicial, supliendo la deficiencia de la queja en todas
aquellas decisiones que puedan afectar los derechos e intereses de las niñas y
niños.
Asimismo, tratándose de casos de niñas y niños que habitan con sus
madres en reclusión los expertos exponen que hacen falta políticas sociales y
penitenciarias que incidan en las experiencias cotidianas de las y los menores
que habitan en centros de reclusión, y que les permitan llevar una relación
maternal digna y apropiada.[1]
En este sentido, existe un interés fundamental en que madre e hijas e
hijos permanezcan juntos, y no sean separados salvo que medie alguna afectación
a sus derechos y libertades fundamentales. Por tanto, el Estado Mexicano tiene
el deber de garantizar el disfrute de la relación maternal mediante medidas de
protección que permitan contrarrestar las dificultades que conlleva el contexto
de reclusión.
Al respecto, la permanencia de niñas y niños en un centro de reinserción
social debe evaluarse estrictamente a luz de su interés superior, así, puede
ocurrir que deban abandonar el lugar porque necesitan satisfacer diversas
necesidades que no dependen de la unión familiar -como recibir educación
escolarizada-. Sin embargo, se destacó la importancia de mantener la relación
maternal y lo devastador que resulta su separación, por lo cual el Estado está
obligado a implementar una separación sensible y gradual, garantizando un
contacto cercano y frecuente entre la madre e hijas e hijos, siempre que lo
anterior sea lo más benéfico para aquéllos a la luz del caso concreto.
En ese sentido, para alcanzar el pleno desarrollo del principio de
mantenimiento del menor en su familia biológica –contenido en la Declaración de los Derechos del Niño-, es
necesario del amor y comprensión de una familia, por lo que debe crecer bajo
los cuidados y afecto de sus padres en un ambiente de seguridad moral y
material. Lo anterior responde a la
necesidad de que el menor cuente con su familia como el ámbito natural en el
que se desarrolla, y en donde se le proporciona la protección necesaria para su
desarrollo integral.[2]
Asimismo, de acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, reconoce que:
“el niño tiene derecho a vivir con su familia, llamada a satisfacer sus necesidades materiales, afectivas y psicológicas”, de tal suerte que “[el] derecho de toda persona a recibir protección contra injerencias arbitrarias o ilegales en su familia, forma parte, implícitamente, del derecho a la protección de la familia y del niño.”[3]
De lo anterior se desprende que el Estado debe no sólo resguardar la
estabilidad de las y los niños en su núcleo familiar, sino garantizar que
aquellos puedan gozar efectivamente de sus relaciones familiares. En este
sentido, aun si la separación se estima necesaria por encontrarse una
afectación a sus bienes o derechos, el Estado debe velar porque las niñas y
niños mantengan contacto constante con sus padres y madres, a menos que ello
resulte contrario a sus bienes o derechos.
En conclusión: La relación afectiva entre una niña o niño con su progenitora tiene una
incidencia crucial en su libre
desarrollo, esto fortalece el interés fundamental de que a temprana edad
mantengan cercanía con su madre. En consecuencia, aun cuando la separación
resulte necesaria, es especialmente importante que madre e hija e hijo
mantengan un contacto próximo, personal y frecuente en la medida de lo posible,
a menos que tal circunstancia resulte contraria a sus intereses.
Ahora, se reconoció que los centros de reclusión pueden dificultar el
ejercicio del derecho de niñas y niños a disfrutar del afecto y los cuidados de
su madre en condiciones apropiadas, en efecto, dichos centros no son aptos para
que estén con su madre, ya que observan prácticas inapropiadas como relaciones
sexuales, consumo de drogas, riñas y pleitos con frecuencia. Asimismo, el medio
penitenciario es inconveniente para la constitución de las y los niños, porque
los exponen a cierta violencia visual y auditiva. También, se encuentran en
condiciones inseguras ante la eventualidad de levantamientos o motines.
Por otra parte, existe una ausencia de servicios como salud, educación,
alimentación, cuidados especializados y alternativos, atención profesional,
entre otros.[4]
Asimismo, existen limitaciones con la infraestructura, tal es el caso de áreas
verdes, enfermerías, guarderías, zonas de juego y de convivencia, juguetes, inter alia; todo lo cual sería positivo
para el desenvolvimiento del menor.
En este sentido, el Comité de los Derechos de los Niños, manifiesta que
las hijas o hijos de madres reclusas gozan de los mismos derechos que cualquier
otro niño, por lo que debe impedirse que sus derechos y libertades se vean afectados
como resultado de las acciones de sus padres y madres.[5]
En efecto, la presencia de la madre es esencial en las primeras etapas
del desarrollo de las niñas y niños, ya sea porque son físicamente débiles y no
pueden valerse por sí mismos o porque requieren sustancialmente de una
interacción afectiva continúa con su progenitora.
La separación de niñas y niños respecto de sus progenitores resulta
dolorosa de otras formas de separación parental debido al estigma, la
ambigüedad y la falta de apoyo social y compasión. En este sentido, la
interrupción puede provocar al niño la pérdida de su principal fuente de
recursos emocionales y psicológicos, comprometiendo su desarrollo social,
emocional y cognitivo. Así, las reacciones más frecuentes de niñas y niños
incluyen tristeza, confusión, depresión, preocupación, ira, agresividad, miedo,
regresiones del desarrollo, problemas de sueño, desórdenes alimenticios e
hiperactividad.
Razones por las cuales la Corte determinó que el artículo 32 del
Reglamento de los Centros de Reinserción Social de Puebla no resulta
inconstitucional, siempre y cuando se interprete de conformidad con el interés
superior de la niñez, a efecto de que una vez alcanzados los 3 años de edad, la
separación se conduzca de manera paulatina y sensible con la niña o niño,
tomando en cuenta cuidadosamente sus intereses y asegurando que con
posterioridad, se mantenga un contacto cercano y frecuente, a la luz de lo que
resulte mejor para su interés.
Resolución y efectos de la sentencia. La Corte determinó que el Director del Centro de Reinserción Social de la Ciudad de Puebla, debe ordenar la salida de la niña del centro de forma gradual y progresiva, de acuerdo con una evaluación de las necesidades de la menor, en virtud de lo que resulte más favorable para sus intereses.
Asimismo, la remoción debe conducirse con sensibilidad, proporcionando
en la medida de lo posible acompañamiento psicológico a la niña, con la
finalidad de minimizar cualquier afectación posible a su bienestar; siempre que
ello sea acorde con su interés superior, por tanto, las autoridades deben
facilitar que madre e hija mantengan un contacto cercano, directo y frecuente,
mediante el establecimiento de un esquema de convivencia articulado con pleno
sustento en las necesidades de la niña.
Lo anterior, tomando en cuenta la necesidad de la menor de recibir
cuidados y afectos de su madre, sobretodo en virtud de su corta edad y en razón
de la cercanía que ha tenido ella, en consecuencia, las autoridades deberán
facilitar un espacio adecuado en el que puedan convivir de conformidad con las
necesidades de la niña.
[1] Para un estudio nacional, véase, por ejemplo, Niñas y niños
invisibles. INMUJERES y UNICEF; Comité de los Derechos del Niño, Nepal
CRC/C/15/ Add.261, párr. 51 y 52.
[2]Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), Caso
Forneron e hija vs. Argentina. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 27 de
abril de 2012, Serie C No. 242, párr. 119; Corte IDH, Condición Jurídica y
Derechos Humanos del Niño, Opinión consultiva OC-17/02 de 28 de agosto de 2002,
Serie A no. 17, párrs. 66,71, 72, 73 y 76.
[3]Cfr. Condición Jurídica y Derechos Humanos del Niño. Opinión
Consultiva OC-17/02 del 28 de agosto de 2002. Serie A No. 27, párr. 71.
[4] El impacto que el encarcelamiento de un(a) progenitor(a)
tiene sobre sus hijos. Oliver Robertson. Serie: Mujeres en la cárcel e hijos de
madres encarceladas. Quaker United Nations Office, abril de 2008, pág. 33;
Niños y Niñas: Presos de las Circunstancias, Oliver Robertson, Publicaciones
Sobre los Refugiados y los Derechos Humanos, Quaker United Nations Office,
Junio de 2008, Pág. 21.
[5] “El Comité enfatiza
que los hijos de padres en situación de reclusión tienen los mismos derechos
que otros niños. El Comité recomienda que se tomen medidas para asegurar que
los niños en esta situación sean protegidos de la estigmatización. Estos niños
no han entrado en conflicto con la ley. Cada niño tiene el derecho de estar con
sus padres así como el derecho a la vida familiar y a un ambiente social
apropiado para su desarrollo.” Comité de los Derechos de los Niños, Reporte
y Recomendaciones sobre “Hijos de padres en reclusión”, 30 de septiembre de
2011, página 3.
Desde hace varios años nuestro país tiene un incremento en los índices de violencia, se encuentra prácticamente sumido en un conflicto donde la droga y la desintegración familiar son aspectos fundamentales para posicionar a México entre los primeros lugares en toda América, ocupando el segundo puesto.
La Evaluación de Paz de los países de América Central y Caribe arroja para México en 2015 uno de los peores resultados, cabe destacar que esta evaluación se realiza desde 2007 ubicándose en ese momento en la posición número doce, es decir, la última.
Debemos mencionar que Venezuela ocupa el primer lugar, seguido por México y en tercera posición se encuentra Colombia; este indicador considera ciertos aspectos como lo son: violencia, criminalidad, gasto militar y si participa en guerras. Otro aspecto que debemos señalar es el hecho de que nuestro país se encuentra dentro de los diez países con mayor índice de gastos generados por esta ola de violencia, ubicándose en el sexto lugar con una cifra de 221, 000 millones de dólares.
Por otro lado la organización no gubernamental, México Evalúa, Centro de análisis de Políticas Públicas, ha realizado un estudio llamado Índice de inseguridad ciudadana y violencia[1] Del cual se toman diversos indicadores para realizar un estudio que permita saber cómo va la situación general en nuestro país.
Nos muestra a raíz de todos estos elementos que en 2011 el Estado de la República con mayor índice de violencia es Chihuahua, siguiendo el Estado de Michoacán.
El crimen organizado sigue siendo para México el principal problema desde 2007 hasta la actualidad y puedo asegurar que incluso en los siguientes años la situación será aún peor.
¿Qué pasa con la violencia a niveles familiares? ¿Qué hay con la violencia infantil? Como ya analice en párrafos anteriores, la violencia se presenta con índices tan elevados afecta directamente el entorno social. El narcotráfico, por ejemplo, afecta no solo al gobierno sino también a las familias y a los niños, las personas encargadas de recluir niños y jóvenes buscan ciertos perfiles, de desintegración y violencia familiar, por esto que podemos observar casos como el de Edgar Jiménez Lugo alias El Ponchis.
De acuerdo a la página de la UNICEF[2], dos niños con menos de catorce años mueren diariamente a causa de la violencia, además de acuerdo a la INEGI el 56% de las mujeres entre quince y diecinueve años han sufrido violencia en pareja. Además el DIF señala que en promedio diariamente recibe cuatro casos de violencia infantil siendo en casi la mitad de los casos la madre la responsable por esta situación, y el 29% de los casos, es el padre quien agrede a los menores. Sin embargo, esto no es una verdad absoluta ya que en muchas situaciones de violencia familiar no son denunciados por medio a las represarías.
Otro punto que me gustaría abordar es el reciente crecimiento de los niños sicarios en el Estado de Tijuana[3]. Un documento de la cámara de diputados señala que el 62% de los niños sicarios trabajaba en la economía formal. Siendo la fractura familiar el aspecto principal para que estos niños decidan iniciar su carrera en la delincuencia organizada. Debemos poner los pies en la tierra, y pensar unos minutos en esta situación, se trata de niños matando, personas de once, doce, trece años matando a sangre fría, ¿Qué razones tiene un niño de esta edad para hacer este trabajo? ¿Hace cuánto tiempo la infancia terminó?
Ya que hemos analizado estos aspectos, es necesario establecer lo siguiente, parece que estamos en un callejón sin salida y que de frente tenemos a un asesino que lentamente mata a nuestro país. La situación para muchos comienza en el sexenio de expresidente Felipe Calderón Hinojosa quien decidió hacer frente al problema de narcotráfico e inició una guerra contra este conflicto, por eso podemos ver que hay un incremento en los índices de violencia. Las políticas públicas implementadas en Ciudad Juárez, Chihuahua, presentaron una disminución en la violencia, la implementación con un previo estudio de la situación real de la zona garantiza el éxito de las líneas de acción, sin embargo, la situación con estados como Michoacán o Tijuana se debe a la escaza visión del ejecutivo, ni el exmandatario Felipe Calderón ni el actual presidente Enrique Peña Nieto actuaron en el momento oportuno y dejaron que el problema se extendiera hasta que fuera incontrolable y fuera necesario hacer uso del Ejército y la Marina. Es necesario que estas mismas políticas públicas apoyen a los niños en situación de calle y en las calles que presentan signos de violencia familiar para que encuentren mejores oportunidades antes que el narcotráfico y los asesinatos a sueldo. Considero que una política pública que no es integral y que no atiende a la infancia mexicana, al menos en este rubro está condenando al país a morir, hoy en día pese a los avances en materia de seguridad creo firmemente que el país se encuentra a la deriva.