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Complejidad Social (Derecho, Economía y Política) Daniel Landa Zaragoza

La música como un derecho humano


“La música es una disciplina formativa que ayuda a las personas a crear nuevos hábitos para ser personas sanas, dar dirección a sus vidas y transformarlas.”
Thalía Carrillo Bravo[1]


1 Violinista y Coordinadora de Proyectos Orquestales Infantiles.

Por Daniel Landa Zaragoza

La música es un lenguaje universal que transforma la vida de las personas, es una expresión artística considerada como un derecho humano. La Declaración Universal de los Derechos Humanos establece en su artículo 27 que se tiene derecho a elegir libremente la vida cultural en la que se desee participar y gozar de las artes.

La actividad artística musical no implica sólo un reconocimiento de participación en la vida cultural, sino una obligación estatal que adopte medidas que garanticen el máximo aprovechamiento de los recursos que se dispongan para alcanzar progresivamente los objetivos de promover el bienestar general en una sociedad democrática. Además, comprende una educación orientada al pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad.

El primer acercamiento musical radica en reconocer que las personas tienen los siguientes derechos:

  1. Expresarse musicalmente en libertad.
  2. Aprender lenguajes y habilidades musicales.
  3. Acceder al conocimiento musical a través de la participación, escucha, creación e información.
  4. Desarrollar arte musical y difundirlo a través de los medios de comunicación con recursos adecuados a su disposición.
  5. Reconocer y remunerar el trabajo musical.

Lo anterior, implica que los estados desarrollen nuevas políticas públicas para alcanzar el ejercicio pleno de tales derechos, por ello el 25 de septiembre de 2015 diversos países crearon acciones para erradicar la pobreza, analfabetismo, cuidar el planeta y asegurar el bienestar común, plasmando sus visiones en una nueva agenda internacional llevada a cabo ante la Organización de las Naciones Unidas, la cual denominaron: “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (en adelante ODS). Los ODS se integran por 17 objetivos, entre los que destaca el numeral 4 “Educación de Calidad”, el cual se integra por 7 acciones que deben realizar los gobiernos a más tardar en el año 2030.

Una educación de calidad implica que las personas tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera fase de su infancia, asegurando que concluyan la enseñanza primaria y secundaria a fin de crear resultados de aprendizaje pertinentes y efectivos.

Diversos países, por mencionar algunos: China, Estados Unidos, Francia, Japón, México, Reino Unido y Venezuela, han utilizado a la música como una materia formativa que beneficia el proceso educativo de las personas al crear nuevos hábitos e  implementar sistemas musicales efectivos que garantizan que las niñas, niños y adolescentes adquieran una mejor concentración, aprendizaje, autocontrol, estimulación y sensibilidad por el entorno que les rodea, su principal objetivo es identificarse como personas, es decir, son elementos que ayudan a desarrollar hábitos y habilidades de acuerdo a sus posibilidades y características musicales, asimismo, fomenta una cultura de respeto al patrimonio artístico.

En México, el derecho de acceso a una educación musical se encuentra establecido en la Constitución Federal, específicamente en el artículo 3° que contempla la garantía de una educación de calidad y obligatoria, de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad del docente y directivo garanticen el máximo logro de aprendizaje del alumnado.

Para lograr lo anterior y dar cumplimiento a los ODS los planes y programas de estudio en educación preescolar, primaria, secundaria y normal deben contener materias musicales obligatorias, donde se imparta a temprana edad la lectoescritura, rítmica, métrica, armonía, entre otras que contribuyan a fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural y artística además de fomentar el respeto por la dignidad de las personas, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, y los ideales de fraternidad e igualdad de derechos; esto se logrará promoviendo una educación inclusiva en la que participen diversos sistemas de aprendizaje y competencias.

El reconocer que la música es un derecho fundamental implica que su acceso debe ser garantizado por el Estado, un reto educativo con exigencia social que debe adoptar nuevas políticas públicas inclusivas, sin perder de vista a las personas que habitan en pueblos y comunidades indígenas o aquellas que se encuentran en situación de vulnerabilidad ya que requieren de una atención primordial y de participación equitativa de forma tripartita: Estatal -Federación, Estados y Municipios-, sector privado y la organización civil.

El derecho humano indicado no demanda sólo igualdad entre las alumnas y alumnos, sino que exige equidad en el tratamiento y acceso para todas las niñas, niños y adolescentes,[1] en efecto, requiere una obligación estatal que asegure que las circunstancias personales o sociales como el género, el origen étnico, la situación económica o la cultura no sean obstáculos que impidan acceder a la educación y que todas las personas alcancen al menos un nivel mínimo de capacidades y habilidades.

En ese entendido, garantizar la música como un derecho a la educación inclusiva conlleva una transformación de la cultura y la práctica en todos los entornos educativos formales e informales para dar cabida a las diferentes necesidades e identidades, por ello, el sistema educativo debe ofrecer una respuesta personalizada y no esperar a que el alumnado se adecue al sistema por lo que es necesario que la educación musical se encamine a desarrollar al máximo la personalidad, los talentos y la creatividad de las personas.

Lo anterior requerirá personal docente especializado que tenga la pasión y vocación por trascender en la vida de las personas, ya que fomentará y generará una sensibilidad y apreciación por las artes y su entorno, además, de someterse a una constante capacitación para estar preparados para las nuevas exigencias sociales.


[1] Suprema Corte de Justicia de la Nación, “Educación inclusiva. Este derecho humano no sólo demanda igualdad, sino también equidad en el entorno educativo”, tesis aislada, Segunda Sala, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 63, febrero de 2019, Tomo I, Décima época, número de registro: 2019246.

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Promoción y Difusión Cultural

El impresionismo entre las banderas de Monet

Por Isaac Jiménez Romero 

Entre los artistas impresionistas Monet destaca desde varios ángulos.  De principio su técnica, al igual que la de los demás artistas rechazados del Salón, renunciaba por primera vez al esquema tradicional, marcando un hito no sólo en el arte pictórico, sino marcando una pauta para la ola de nuevas reinterpretaciones del arte. También se consolidó como un artista impresionista relativamente constante en sus motivos y técnicas.

La importancia de Monet parece estar suficientemente justificada, y existen varias obras mundialmente emblemáticas como: Impresión, sol naciente, Amapolas, Mujer con sombrilla, etcétera. Todas con una clara representación de las generalidades del Impresionismo,  los paisajes al aire libre, las pinceladas violentas y la luz. Si bien fue precisamente su obra, Impresión, sol naciente, la que daría nombre a la vanguardia[1], me gustaría concentrar mi análisis en dos de sus obras: Hotel dess Roches noires y La Calle Montorgueuil.

Seleccionar dichas obras responde a varios motivos que a continuación comentaré, pero la explicación más general es que son obras que no evocan a paisajes naturales (por lo menos no con la presencia de plantas), y que poseen, a propia consideración, una fuerte carga nacionalista en su significado, lo que destaca dada la visión “vacía” con que se consideran a las obras impresionistas, donde sólo les importaba capturar momentos llenos de luz y sin gran trasfondo.

En las dos pinturas se destaca la bandera francesa, en el Hotel, la bandera ondea en un cielo despejado y en todos los planos. Se enmarca en una situación banal como lo es un paseo por un malecón, con algunas personas (aunque apenas se distingan) que disfrutan de la limpieza del ambiente. Curiosamente en el primer plano se alza lo que parece ser la bandera estadounidense, misma que pareciera romper con lo antes dicho, pero que cobra sentido dados los antecedentes históricos de alianza estratégica en contra de Inglaterra (némesis y contrapeso, en ese entonces, de Francia). Es así como se pueden encontrar muchos significados a la pintura a partir de un elemento muy claro: la bandera.

Las banderas guardan en sí un gran significado, se constituyen como una marca de orgullo para cada país y se muestran (en ambos casos) en escenarios afables y convenientes, pues muestran una visión presumible en un Estado. Las banderas, no son representadas como formas ambiguas, si bien son pinceladas violentas, se pueden distinguir claramente las formas, lo que pareciera una serie de líneas onduladas, son bien distinguidas como una bandera o banderas, por los colores y las representaciones del primer plano en el caso de la pintura de la Calle.

Una de las bondades del impresionismo fue la sencillez con que se retrató la cotidianeidad. En el Hotel, la sencillez puede extrapolarse hacia lo que se representa, pues el edificio lateral contiene ciertos detalles toscos, formados no por líneas definidas (como se imaginaría en un edificio) sino por un constante juego de sombras y colores. Al respecto Arnheim dice “Todo esquema estimulado tiende a ser visto de manera tal que la estructura sea tan sencilla como lo permitan las condiciones dadas”[2], para el caso de la calle, la simplicidad se manifiesta en la constitución de una forma a partir de tres pinceladas alargadas, que al final, conforman un rectángulo irregular. Es por ello que existe una combinación entre las formas difusas y las formas más claras, sin perder sentido ni significado, pues todas son banderas y se entienden como tal.

La sencillez que captura Monet en sus obras se manifiesta en lo “cotidiano” que resulta para un francés celebrar su identidad, mediante un símbolo tan nacional como lo es la bandera, lo que resulta un motivo que no se muestra en ninguna de sus otras obras.

Los paisajes son simples en su composición, dada la facilidad de identificación de las formas (como ya se mencionó), pues poseen un orden coherente, desde su presencia en el contexto, hasta la dirección que las ondea “[…] la simplicidad de tales objetos afecta, pues, no sólo a su aspecto visual en sí y por sí, sino también a la relación entre la imagen vista y la afirmación que pretende que transmita.” [3] En ambos cuadros se logra trasmitir sensaciones positivas de calma, alegría, regocijo y orgullo.

Si bien la vanguardia impresionista se concentra en aspectos como la luz y el color, me gustaría ahondar más en otros aspectos, como el equilibrio, la forma y el espacio, sin dejar de lado los primeros elementos.

Para el equilibrio, Arnheim nos habla de la existencia de un balance percibido por la distribución de los objetos en una pintura; mismo que no siempre resulta obvio por su ubicación en el centro del cuadro, pero que guarda la debida distribución y armonía a partir de más características.

banderas

Como se puede ver, las pinturas de Monet guardan una estructura muy clásica en cuanto a simetría, y ubican un centro muy claro al representar calles. En las obras seleccionadas, la fuerza tensora principal se ubica al fondo de la calle, pues es ahí donde indiscutiblemente convergen las líneas tensoras. Ésta cualidad es otra de las grandes diferencias con sus otros cuadros. En el Hotel, el centro se desplaza hacia abajo, pero se mantiene ahí, mientras que en el Calle se ubica en un centro estricto.

Las formas de las líneas también marcan secuencias, como dice Arheim, en éste caso: movimiento, ocasionado por el viento de un día despejado como se muestra en ambas obras “[…] se puede concebir ya el movimiento en toda la gama de direcciones, como las curvas que podría ejecutar un patinador imaginativo. “ [4]  Este tipo de efectos pueden ser percibidos a partir del espacio.

Con respecto al último elemento mencionado se pueden distinguir obras bidimesionales, y “[…] ofrece extensión en el espacio, y por lo tanto diversidad de tamaño y forma; cosas pequeñas y grandes, redondas, angulares y muy irregulares […] añade a la sola distancia las diferencias de dirección y orientación.”[5] que se representan por medio de líneas, que conforman una imagen en perspectiva (acercándose o alejándose)  “[…] el constructo geométrico de la perspectiva central se aproxima a la proyección que sería recibida por el ojo desde un punto de vista de estacionamiento concreto”[6]. El efecto es logrado mediante la identificación de figuras cuasi geométricas como lo son los edificios (en ambos ejemplos) además del uso de líneas distinguidas por las mismo orden de las banderas y detalles de las construcciones.

Ahora bien, un aspecto que no debe olvidarse al tratar a Monet es la luz. En arte y percepción visual, trata el tema a partir del efecto que produce en la visión y por lo tanto en la obra. Dado que las obras pretenden ser representaciones de la realidad y por lo tanto de lo inmediatamente percibido por el hombre, la luz no puede dejarse de lado.

La luminosidad dada se hace obvia en la Calle y en el Hotel dado lo despejado de los cielos de ambas pinturas, se infiere una hora antes del atardecer, por el posicionamiento de las sombras, siendo ésta otra de las razones por las que tanto el Hotel como la Calle llaman la atención al guardar una distribución casi simétrica de luz y sombras (y no sólo de formas), si bien en ninguna se representa demasiada oscuridad, tampoco prevalece de manera aplastante la luz como en la tendencia impresionista y en sus demás cuadros.

El significado dado por la luz, más allá del deseo (y posibilidades) de la vanguardia de salir de los talleres, manifiesta, desde una interpretación simple, un ambiente alegre, adornado con un cielo muy azul, mismo que se acompaña de dos paisajes franceses importantes donde su bandera se enarbola en lo alto.

En éste caso la luz juega otro papel de gran importancia para la construcción de perspectiva y profundidad, que, ayudada por la formación de espacio y forma, brinda a la obra una representación más real del paisaje citadino. El uso realista de las sombras cuida detalles de filtración de luz a través de los objetos o en medio de éstos, así como el volumen de los balcones y el movimiento de las banderas. Estas características le otorgan a las obras nuevos puntos de partida para la interpretación.

La dinámica cromática que emplea Monet se facilita con los colores primarios de la bandera francesa. El ordenamiento de los colores dan sentido a la forma, permitiendo identificar un objeto concreto como lo es una bandera, la cual no debe ser confundida con ninguna otra. El uso del color en sus distintas saturaciones de luz permite a Monet destacar profundidad en la pintura, y percepción en la ubicación de las mismas.

 

Fuentes consultadas

  • Maldonado, Guitemie, Connaissance des Arts, Francia, Pascale Bertrand, 2005, 115 pp.
  • Arnheim, Rudolf, Arte y Percepción Visual, Madrid, 1997, Alianza Forma, 535 pp.

[1] Guitemie Maldonado, Connaissance des Arts, Francia, Pascale Bertrand, 2005, p. 41

[2] Rudolf Arnheim, Arte y Percepción Visual, Madrid, 1997, Alianza Forma, p.70

[3] Ibídem p. 83

[4] Ibídem p. 121

[5] Ibídem p. 228

[6] Ibídem p. 317

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Promoción y Difusión Cultural

Las tramas de la creación

Por Isaac Jiménez Romero

El pasado siete de noviembre, se llevó a cabo la inauguración de la exposición temporal “Miguel Cabrera. Las Tramas de la Creación”, en el claustro del Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, Estado de México.

Miguel Cabrera fue durante el siglo XVIII, uno de los pintores más importantes con una basta y extensa obra; abarcó sobre todo el ámbito religioso, pero de igual manera, la sociedad de la época reconocía su trabajo y deseaban ser retratados por el célebre artista. Miguel Cabrera encontró en la Compañía de Jesús a su principal patrono y mecenas para la realización de proyectos artísticos, además de concretar la relación laboral más prolífica de su carrera.

La maestra Verónica Zaragoza, curadora de la exposición, explicó durante un recorrido de la muestra que:

“Las Tramas de la Creación», pone de manifiesto el vínculo entre el maestro y la compañía religiosa, así como el mutuo interés por desarrollar un arte capaz de conmover los sentidos y las almas. El trabajo que realizó por encargo particular para el Templo de San Francisco Javier del Colegio de Tepotzotlán, deja clara la influencia del tratado jesuita sobre la perspectiva de Andrea Pozzo en la concepción del programa iconográfico y artístico de esta monumental obra.”

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Miguel Mateo Maldonado y Cabrera nació en Antequera, en el valle de Oaxaca. Fue miembro de la Congregación de la Purísima Concepción (la más importante de la compañía de Jesús en la Ciudad de México). El artista trabajó arduamente para que la pintura tuviera el pleno reconocimiento de ARTE, y no se le tomara como un oficio, e instauró un taller en el que produjo numerosas obras para diferentes órdenes religiosas, así como para personajes importantes de la época, como el Arzobispo de México, y para una vasta clientela particular.

La muestra se compone por cinco ejes rectores; el primero, La Pintura Novohispana del siglo XVIII, pone de manifiesto un panorama general sobre la producción y obra de artistas como Juan Correa, Nicolás Rodríguez Juárez, José de Páez, el célebre Cristóbal de Villalpando, y por supuesto, de Miguel Cabrera. Esta primera parte, permite contextualizar al espectador con la obra del artista oaxaqueño y da una idea de su papel durante la primera mitad del siglo XVIII.

La Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, segundo eje rector de la exposición deja claro el estatus que tuvo la orden en el virreinato durante esa época; además, muestra el inicio de su particular relación con el artista. También se trata el análisis que el maestro y otros pintores hicieron del ayate de la Virgen de Guadalupe en 1715 y sus posteriores copias.

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El eje principal de la muestra, Tepotzotlán, la creación total, pone de manifiesto el trabajo desarrollado en el Templo de San Francisco Javier, en dónde, casi como un plan maestro para una ciudad, Miguel Cabrera plasma su obra en pinturas, en el diseño y la decoración de retablos y también deja ver una faceta de influencia claramente europea en su trabajo de pintura mural, del que sólo existe testimonio en el Colegio de Tepotzotlán.

La Congregación de la Purísima Concepción, cuarto eje rector de la muestra, aborda el estudio hecho por la doctora Luisa Elena Alcalá, sobre la pertenencia del pintor a esta congregación religiosa, hecho que marcaría su vida personal y profesional, pues dicha pertenencia, sugeriría un gran reconocimiento y prestigio como maestro de la pintura.

El último eje, Devociones y varones ilustres, deja ver a Miguel Cabrera en la cima de su carrera, el maestro supo como nadie plasmar en su vasta y extensa obra, los ideales de devoción de la Compañía de Jesús para darle promoción y reconocimiento dentro del virreinato. Se presentan piezas de las series de la Vida de San Ignacio de Loyola e imágenes de diversos santos jesuitas.

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Por último, las cartas que dan cuenta de la estrecha relación de la orden jesuita con el artista, dejan ver también la impresionante cantidad de trabajos que realizaba el maestro en su taller para numerosos colegios y congregaciones dentro de la Nueva España.

Miguel Cabrera. Las tramas de la Creación, nos deja clara la prolífica relación entre el pintor más afamado de la época y la única orden que fue expulsada del reino de España durante el siglo XVIII, los jesuitas. Luego de la expulsión de la compañía de Jesús, el artista murió un año después, en 1768.

Miguel Cabrera. Las Tramas de la Creación, podrá verse hasta el 21 de febrero de 2016.

Museo Nacional del Virreinato. Plaza Hidalgo 99, San Mateo Tepotzotlán.

Fotografías de:

Iván Chávez González

Andrés Martínez Ortiz

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Promoción y Difusión Cultural

Yo, el Rey. La monarquía hispánica en el arte

Por Isaac Jiménez Romero

Desde el primero de julio y hasta el 18 de octubre de éste año, el Museo Nacional de Arte presenta Yo, el rey. La monarquía hispánica en el arte, exposición que aborda diversas formas de representación de la figura del rey de España en las artes a partir de obras, objetos y documentos.

En total, la componen casi 200 piezas de diversos maestros novohispanos y pintores españoles, como José Juárez, Miguel Cabrera, Francisco de Zurbarán, Francisco de Goya, Diego Velázquez, Cristóbal de Villalpando, Santiago Rebull, Pantoja de la Cruz, Jean Ranc, entre otros.

Éstas piezas, divididas en ejes temáticos, dan cuenta de la representación del poder y la riqueza estética que surgió y se desarrolló gracias el mecenazgo de las altas clases sociales de España y el virreinato; así, podemos entender la cronología histórica de la figura y posición de la monarquía ante y a través del arte, así como la relación entre ambas.

La exposición resulta particularmente interesante porque permite entender la evolución del poder y su representación en España a través de las artes; la gran monarquía intercontinental, el choque de dos mundos cuando el descubrimiento de América y, entonces, la creación del gran imperio español.

La monarquía española, en el sentido más estricto, comienza con Carlos I, rey de España y emperador de Alemania, sucedido por Felipe II, su hijo, quien comienza la dinastía de los Habsburgo, y que termina cuando el último descendiente de éstos no tiene hijos, y entran los Borbón a España.

Algo claramente apreciable, es cómo durante el siglo XIX hay una continuidad, muy mexicanizada, en las figuras del emperador Agustín de Iturbide, la emperatriz Ana María Huarte, y posteriormente con el emperador Maximiliano, y las representaciones de los mismos en el arte mexicano.

La muestra permite de ésta manera, entender la historia de España y a través de la misma, entender la historia de México; en palabras de Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, “si hay algo que permite a españoles y mexicanos comprenderse unos a otros, son las historias mutuas, las cuales son historias totalmente vindicadas; es muy difícil entender contextos y circunstancias si no es a través del espejo de lo que cada una de ellas significa”.

Los mitos y realidades fundacionales de la monarquía, el papel crucial del arte en la creación y fortalecimiento de la figura de los reyes, así como el casi sanguíneo vínculo eclesiástico, puede ser apreciado y entendido a través de los ejes rectores de la exposición; La herencia iconográfica del pasado antiguo; La efigie real. Recursos plásticos y retóricos; La monarquía mesiánica y el imaginario religioso; en el cuarto y último núcleo Ecos de la monarquía en el México independiente, se pueden apreciar las indelebles reminiscencias que la monarquía marcó a la posteridad del naciente país independiente.

Tras la guerra de sucesión por el trono entre los Habsburgo y los Borbón, entre 1700 y 1714, que concluyó con el triunfo de éstos últimos, se crearon las reformas borbónicas, que introdujeron el retrato político, con lo cual la severidad de los Habsburgo, dio paso al gusto galante y suntuoso borbónico.

Sobre el terreno religioso, una de las principales fundamentaciones polzaro Galdiano, componen la muestra, provienen de acervos internacionales, como Colecciones Reales del Patrimonio Nacional de Espíticas de la monarquía hispánica fue el papel “sacro” del rey como salvador de las almas de sus gobernados; es por ello que se consagraron capillas a diversos reyes, se creaban armaduras con imágenes de vírgenes y santos, y en los templos, abundaban los retablos con imágenes de reyes canonizados en los cielos.

Las piezas que componen la muestra, provienen de acervos internacionales, como Colecciones Reales del Patrimonio Nacional de España, el Museo Lázaro Galdiano, The Metropoilitan Museum of Art, The Hispanic Society, el Museo Nacional del Prado, el Museo de América; así como de colecciones nacionales, a destacar la del propio Museo Nacional de Arte, el Museo Nacional de Historia, el Museo Nacional del Virreinato, el Museo Nacional de San Carlos, el Museo Franz Mayer, y otras diversas de colecciones particulares.

Considerando la negativa connotación que la etapa virreinal inspira en la mayoría de los connacionales, la muestra permite comprender un poco más a fondo las premisas de este periodo, y poder entender la creación artística durante el mismo, como un conjunto de elementos de identidad política y cultural; sin duda, es éste entendimiento, un privilegio del que todos los mexicanos deberíamos ser capaces de gozar.

Yo, el Rey, La monarquía hispánica en el arte. Museo Nacional de Arte. Tacuba 8, Centro Histórico, Cuauhtémoc, Ciudad de México.