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¿Enamorándonos? La fragilidad y comercialización del amor en la modernidad

 Por: Vivian Robles Castañeda[1]

No hay cosa que más ocupe nuestra mente que el amor. Explicaciones y teorías van y vienen desde diferentes ramas de las ciencias exactas (Química, Biología) y de las ciencias sociales (Psicología, Sociología, Economía).

Y en la vida cotidiana lo vemos; canciones, poemas, películas y artículos (como el presente) son algunos de los productos culturales que tratan este tema tan controversial y elemental en el entendimiento del ser humano.

Teniendo en cuenta la importancia del asunto, resulta más que pertinente cuestionarnos ¿qué es el amor en la actualidad?, o al menos ¿qué se entiende por amor hoy en día? En estos tiempos en donde la inmediatez, la falta de compromiso y el consumo compulsivo son algunas de las características más notorias y contundentes de lo que Bauman llama modernidad líquida.

Antes que otra cosa cabría recordar a Fromm, en El Arte Amar (2015), cuando plantea el término de separatidad, es decir, el estado de soledad e incapacidad producido por la incertidumbre que causa la conciencia del estar vivo y que la muerte llegará sin que intervenga nuestra voluntad. Esta es la fuente de toda angustia y por lo tanto, la necesidad más apremiante de cubrir.

La pregunta es ¿cómo la combatimos? Entre las formas (algunas correctas y otras ilusorias) que describe Fromm, con un alcance interpersonal, se encuentra el amor. En este sentido, el mismo Bauman, en su trabajo Amor Líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (2005), sostiene que los humanos estamos en una constante desesperación por relacionarnos. Sin embargo, debido al contexto en el que vivimos, al mismo tiempo tenemos miedo a hacerlo.

¿Por qué vivimos con esta contradicción? Porque, el amor entendido como una práctica, conlleva un esfuerzo: la puesta en escena del cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento (Fromm, 2015). Un esfuerzo que es entendido como un sacrificio, uno que es innecesario en la actualidad.

¿Por qué intentar reparar un celular si podemos comprar otro? ¿Por qué coser un pantalón con la inmensa oferta que hay en el mercado? ¿Por qué arreglar una relación si hay tantos peces en el mar?

Y más allá de de las típicas frases de amistades como: No te preocupes, alguien te valorará o Tranquila, hay muchos más, ya llegará alguien para ti, las cuales se entienden como métodos para dar un alivio inmediato al ser querido, se debe reflexionar en lo que está detrás de toda esta concepción, ¿cómo y para qué se fomenta?

En el contexto de la ya mencionada modernidad líquida, aparecen programas y aplicaciones que, teniendo conciencia o no (pareciera que lo saben bastante bien) de nuestra urgencia de pertenencia, explotan esta visión. Y lo hacen no porque quieran darnos un producto final que realmente nos satisfaga para siempre. Muy al contrario, perpetúan el desecho de relaciones humanas: ¿No te gusta o no te satisfizo este producto (humano)? Hay muchos más que puedes escoger.

Y así pasan los productos, uno tras otro en el programa de televisión Enamorándonos (Azteca Uno; México), así se comercializa el amor. Y ahí están los consumidores, viendo cual de todos cumple con las características del producto perfecto (el amor verdadero), aquel que es el mejor disponible del mercado. Sobra decir que es perfecto hasta que se encuentra a alguien más calificado o hasta que cambian los valores deseables en la perfección.

Los espectadores son sus aprendices. Precisamente porque los productores saben de la rentabilidad de la búsqueda del amor, convierten al televidente en discípulos de este arte del amor desechable.

En el mundo digital encontramos otros ejemplos; Tinder, Grindr, Happn, son algunas de las aplicaciones que figuran hoy en día y operan bajo el mismo concepto y el mismo objetivo: encontrar al mejor del mercado. En este caso se podría alegar que no necesariamente se busca amor, sino la satisfacción de necesidades afectivas y/o sexuales. Sin embargo habría que hacer una reflexión:

En ambos casos, televisión y aplicaciones, se porta la bandera de la libertad de decidir. Aquella que en otros tiempos era negada y se buscaba más bien proteger y/u obtener recursos económicos mediante la fusión de dos clanes (familias); este es un fenómeno aún persistente en ciertas partes del mundo.

Aunque en días pasados significaba una oposición real al deber ser, en esta sociedad la lucha por la liberación sexual y del amor ya no representa (al menos de manera general) algo que sea combatido por el sistema. Por el contrario, es algo que ha arropado, es algo que utiliza. Porque eso significa usar un producto, dejarlo de usar y usar uno más para compensar su desuso. Significa consumir, significa dinero, significa poder.

¿Vivimos Enamorándonos?, ¿siquiera llegamos a construir el deseo que conlleva el enamorarse, o más bien y retomando a Bauman (2005) vivimos saciando nuestras ganas y nos relacionamos uno con otro para consumirnos y después pasar a otro más?

En realidad no conviene un amor duradero, como no conviene un foco que dure 20 años. Pero precisamente es la búsqueda de ese tipo de amor (del amor perfecto), del amor definitivo, el gran motor del amor desechable. Esta fragilidad del amor conlleva a la mercantilización del mismo. Lo que podemos decir es que, ciertamente, el sistema vive enamorado del amor.

Bibliografía

• Fromm, Erich (2015), El Arte de Amar; Ediciones Culturales Paidós, Ciudad de México

• Bauman, Zygmunt (2005), Amor Líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos; Fondo de Cultura Económica de Argentina, Buenos Aires.


[1] Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM

Por anagenesisjuridicorevista

Revista creada por egresados, alumnos y maestros de la UNAM y otras Universidades de renombre. Nuestra misión mover al hombre con información.

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