Por Daniel Landa Zaragoza
Un viejo dicho afirma: “El único ser del mundo que te amará más de lo que se ama a sí mismo es el perro.”
Los perros son más que una mascota, son seres sensibles que brindan amor, alegría, protección, seguridad y fidelidad; velan en todo momento por nuestro bienestar físico y emocional; y, armonizan nuestro entorno y equilibran nuestra energía.
En ciertas culturas, los perros son considerados como seres energéticos que captan las vibraciones del lugar en el que se encuentren o de las personas con las que conviven, pues sus amplios sentidos les permiten percibir otros planos de conciencia. De ahí que, los perros ladren en ciertos lugares, a objetos o personas, ya que su alta sensibilidad permite advertir un peligro energético.
En cambio, para otras culturas los perros son guías espirituales que tienen la misión de enseñar a la humanidad que el amor debe ser incondicional, por ello, en ciertos casos auxilian a las personas que padecen depresión, ansiedad, estrés y TDAH, pues se ha comprobado que a través de terapias mejoran el estado de ánimo, fomentan el contacto físico y social, y favorecen la estimulación de atención mental.
A pesar de éstas y más virtudes, los perros carecen de protección, se estima que medio millón de mascotas son abandonadas al año, cifra que se incrementa 20 % cada año;[1] éstos en su mayoría son adquiridos como regalos, por ejemplo, las personas compran perros para ser obsequiados en fiestas decembrinas, día de reyes o San Valentín y pasadas estas celebraciones son abandonados por falta de interés.
Otro tipo de abandono surge cuando las personas no logran entrenar a los perros e intentan “educarlos” de acuerdo con su experiencia y cultura a través de castigos, tratos crueles y denigrantes.
En otros casos, los perros son utilizados con fines lucrativos, por ejemplo, en peleas clandestinas donde las personas obtienen dinero poniendo en riesgo la integridad física o vida de la mascota.
A pesar de que los perros sufren estos tipos de violencia, se ha comprobado que si las personas les brindan amor, cuidados y atenciones adecuadas, los perros superan los traumas y depresiones generadas consiguiendo que vuelvan a confiar y amar.
Estos ejemplos de violencia animal advierten la falta de protección universal por parte de las personas y de los gobiernos.
Se menciona lo anterior, porque ningún país ha reconocido la Declaración Universal de los Derechos del Animales,[2] la cual no solo protege y garantiza la integridad y vida de los perros, sino de todos los animales.
Esta declaración se caracteriza porque se proclamó 1978 en la sede de la UNESCO en París, sin embargo, no fue reconocida por la UNESCO ni por algún país. Actualmente, se conforma por 10 artículos que esencia reconocen lo siguiente:
- Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia.
- Toda vida animal tiene derecho al respeto.
- Tienen derecho a vivir y crecer al ritmo y en las condiciones de vida y de libertad que sean propias de su especie.
- Ningún animal debe ser sometido a malos tratos ni actos crueles.
- El abandono de un animal es un acto cruel y degradante.
- Ningún animal debe ser explotado para esparcimiento de las personas.
- Las exhibiciones y espectáculos de animales son incompatibles con la dignidad del animal.
- Todo animal de trabajo tiene derecho a una limitación razonable del tiempo e intensidad de su labor, a una alimentación reparadora y al reposo.
- Los derechos del animal deben ser defendidos por la ley, como lo son los derechos de las personas.
En México la protección jurídica de los animales se encuentra regulada únicamente por el gobierno de la Ciudad de México; lo podemos observar a través de las siguientes leyes:
- Artículo 13, apartado B de la Constitución Política de la Ciudad de México.
- Artículos 854 al 874, 1929 y 1930 del Código Civil para el Distrito Federal.
- Artículos 350 Bis y 350 Ter del Código Penal para el Distrito Federal
- Artículos 4 Bis 1, fracción IX y 30 de la Ley de Protección a los Animales de la Ciudad de México.
Estas leyes en esencia reconocen que los perros y cualquier otro animal son seres sintientes y, por tanto, deben recibir un trato digno. Su tutela es responsabilidad común tanto para las autoridades como los particulares.
Las autoridades tienen la obligación de garantizar la protección y bienestar animal, así como fomentar un trato digno y respetuoso focalizado en el cuidado y tutela responsable.
Asimismo, deben realizar acciones para atender animales en abandono y proporcionar las facilidades para quienes busquen dar albergue y resguardo.
En caso de que existan conductas de maltrato y crueldad, se aplicarán sanciones con el objeto de protegerlos.
Por otra parte, a nivel estatal y federal existen Centros de Atención Canina y Felina, clínicas veterinarias, organizaciones de la sociedad civil, empresas y personas que ayudan a los perros y cualquier otro animal en condiciones de abandono y maltrato.
Sin embargo, dichos lugares se encuentran sobrepoblados, carecen de instalaciones adecuadas y dignas, padecen de escasez de medicamentos y alimentos, los recursos financieros y humanos son mínimos, y la capacitación y sensibilización del personal es inadecuada; es tanta la demanda de atención y cuidado animal que resultan pocos centros para brindar los servicios.
Falta mucho por hacer, comencemos por visibilizar que los perros y cualquier otro animal tiene derechos, son seres vivos que tienen derecho a una vida digna.
Las personas que tienen perros o cualquier otro animal, deben ser conscientes y sensibles ante los cuidados y atenciones que requieren, son seres que deben ser tratados con respeto pues son un integrante más de nuestra familia.
[1] Según cifras estimadas de la Asociación Mexicana de Médicos Veterinarios Especialistas en Pequeñas Especies (AMMVEPE).
[2] La Declaración Universal de los Derechos del Animales se redactó en 1976 por Georges Heuse, Secretario General del Centro Internacional de Experimentación de Biología Humana de la UNESCO.